30/12/09

Propuesta para acabar con el Año Nuevo

Con este título recibo una crónica de mi corresponsal en el planeta Rágulon, H. M., emigrado hace algo más de un año. Me la envía con motivo de nuestras fiestas, asegurando que hasta allá arriba (¿?) llega la escandalera. (Todos los subrayados que aparecen en cursiva son suyos). Dice:

«Cuando estén a punto de dar las doce se sale usted del salón donde se dispongan a recibir al Año Nuevo. Los familiares y otros con los que vaya a celebrar el acontecimiento empezarán a protestar: unos dirán que qué hace este hombre o mujer o del sexo al que usted pertenezca; otros, que está queriendo dar la nota; otros lo tacharán de ateo o iconoclasta —"políticamente incorrecto", como dirían vuestros parlas de los más correctos— o vaya usted a saber de qué otras lindezas.
        Pues bien, cuando consiga librarse de las reclamaciones, se dirige a los automáticos del cuadro eléctrico y en mitad de las campanadas desconecta la electricidad. Naturalmente, sus invitados se quedarán con las uvas a medias, y al oír el alboroto, cohetería y pitidos de los coches con que el barrio entero celebra la llegada del Año Nuevo, y caer en la cuenta de la tomadura de pelo, unos empezarán a maldecirlo a usted y a jurar que no vuelven a su casa a comerse las uvas. Otros querrán estrellarle en la cabeza la botella de champán del brindis. Incluso puede que algunos, decepcionados y presas del pánico ante la mala suerte que piensen que les va a traer la faena que les ha hecho, corran a arrojarse por el balcón. En este último caso, usted puede hacer dos cosas (suponiendo que, al estar partiéndose de la risa, pueda usted elegir) según cómo le caiga el suicida: impedírselo o permitirle que salte.
        Otra consecuencia de su gamberrada podría ser un milagro consistente en que se produjera una avería que escacharrara sin arreglo posible el mecanismo del tiempo, y, al cesar las iras de los que le rodeen, descubrieran que la pesadilla del tiempo había terminado y nunca más habrá años. Amén.
        Se me dirá que esto último es una ilusión, a lo cual diré que, en todo caso, es una ilusión que merece la pena, no como la que os hace celebrar (¿desde comienzos de la historia?) año tras año el comienzo de cada uno, celebración con la que lo único que habéis conseguido, terrícolas, es afirmar el reinado del tiempo y el triunfo del calendario.
        Una variante de la putada del primer párrafo podría ser: Un rato antes de que empiecen a llegar los invitados, ponga a grabar el canal de la televisión con el que van a entrar juntos en el Año Nuevo (todo un síntoma, ¿verdad?, lo de empezar —¿?— el año con las campanadas de la televisión). Empiece a reproducir la grabación (que será lo que vean cuando lleguen los familiares a su casa) a pocos segundos de comenzada, con lo que habrá una diferencia entre el "directo", que le llaman, y lo que esté saliendo por la pantalla. Lógicamente, cuando, al igual que en el caso anterior, el resto del mundo termine con "las uvas de la suerte", ustedes aun no habrán acabado, y al oir el alboroto etc.»

Fin de la transcripción.

29/12/09

Resúmenes de realidad

De todos los ritos que marcan el cambio (¿?) del año —una celebración semejante a los cumpleaños individuales, pero a lo bestia: en este caso quien cumple años es la mismísima HHH...umanidad, o gran parte de ella—, uno de los más tontos, junto con, por ejemplo, el de las uvas, es el de los resúmenes de acontecimientos que hacen los periódicos.
        Claro, no podían faltar estos a contribuir en el afianzamiento de la fe en el tiempo, de la fe en que con cada hoja del calendario que rotula 'ENERO' empieza algo: ningún instrumento mejor que el de la prensa para llevar a cabo semejante tarea y asegurar, más si cabe, la superstición del paso del año.
        Y así, a finales de diciembre, tras un año uncidos diariamente a las noticias, cada diario o cadena de televisión hace una selección, resumen, acrisolado, quintaesencia, de los acontecimientos más importantes. Si ya la substancia de la realidad consiste en ser periodística, y aun cabría decir que lo que no sale en los periódicos, y no digamos en la televisión, no existe, el refrito anual es un rito absolutamente in-di-ge-ri-ble, pero del que ningún periódico quiere privar a sus lectores y del que obtienen un puntual e infalible soporte para la publicidad.

26/12/09

La tecnología, ancilla capitis

Aprovechando que el sábado me he liberado de la compra del periódico, con buena temperatura que permite andar a paso rápido, decido darme una caminata. Antes de volver a casa, me paso por el banco para sacar algo de dinero con la libreta.
        Pues bien, me he dado con la puerta en las narices. Resulta que a partir del 26 de diciembre "esta oficina permanecerá cerrada los sábados". Un recorte más en los servicios, como ya hubo otro en el mes de agosto pasado en que cerraron algunas oficinas —de otra entidad—. Pero, sobre todo, un recorte más en la plantilla, que es en lo que, más tarde o más pronto, se traduce; porque, evidentemente, no es que cierren porque no dispongan de personal, ni mucho menos porque hayan tratado de contratarlo y no lo hayan encontrado, sino porque lo que persiguen es reducirlo.
        "Haga sus operaciones en nuestros cajeros", seguramente recomendarán. (Quizás deberían añadir: "Si tiene usted suerte, y funcionan"). De eso se trata, precisamente, de mecanizar, informatizar, automatizar los trabajos todo lo que se pueda... no para librar a los hombres del yugo del trabajo, sino para ahorrar mano de obra en beneficio del capital.
        ¡Cómo ha cambiado el progreso!: lo que en sus comienzos podría tomarse como facilitación de una tarea penosa o hacer un trabajo menos duro, en beneficio de quien lo padecía, ha devenido beneficio del dinero y... aumento del paro: una causa ésta, la de la automatización de trabajos, que me da la impresión de que no se tiene en cuenta a la hora de buscar las causas del desempleo. Creo que ya se debería haber visto que la reducción del paro, al menos en la medida en que los próceres de los partidos y del capital pretenden hacer creer que se puede conseguir, es una milonga: a más desarrollo más paro, justo al contrario de lo que quieren que se crea.

23/12/09

¿Juego de azar?

Se meten en un bombo 85.000 bolitas, numeradas del 1 al 85.000. En otro bombo, si no he calculado mal, otras 1.787 bolitas, cada una con el importe de un premio. Se hacen girar los dos bombos. La mano inocente de niños antes de que les empiece a cambiar la voz, enfocados por las cámaras hasta la campanilla y vigilados por una mesa compuesta de adultos y adultas muy serios, va haciendo extracciones de un bombo y del otro: número/premio, número/premio, etc., así hasta la última bola del bombo de los premios. ¿No es esto azar? Pues así parece.
        Pero hay otros factores que intervienen, según asegura el vulgo: números bonitos y feos, altos y bajos; administraciones donde toca más que en otras; lugares donde ha habido alguna catástrofe y en los que la fortuna dispone que toque para compensar; visionarios que han visto el número gordo; los niños de las bolitas que, expertos en el oficio, claro, dicen que este año va a terminar en no se qué; números que representan la fecha del nacimiento o del bodorrio de no se quién... Pero, espere un momento, por favor, que enseguida vuelvo... Ya: es que he tenido que dejar de teclear para echarme unas carcajadas con todas esas idioteces.
        ¡Y que esto ocurra en la era de la ciencia! ¡Que convivan, tranquilamente, la más acendrada fe en la ciencia con todas esas gilipolleces! A ver si va a resultar que la ciencia es también una cuestión de fe y de superstición... Y encima en un juego promovido por el Estado, como se quejaba el otro día el Sebas en un dialoguito que transcribí.

22/12/09

"Símbolo de la barbarie"

Es el título del editorial de un periódico de hoy. Venciendo un poco el aburrimiento, y con algo de curiosidad, me lanzo a leerlo, sin anestesia ni nada: a ver qué cosa representa la barbarie.
        El artículo, como se puede ver nada más empezar la lectura, trata del intento y fiasco de la exhumación de los restos de Lorca, que no han resultado estar donde se suponía.
        Pero se sigue leyendo y no aparece barbarie ninguna hasta que en el último párrafo, de tres líneas escasas, termina el artículo: "García Lorca seguirá siendo para siempre un símbolo de la barbarie [...]." "¡Demonios!", me digo, "¿Lorca, un símbolo de la barbarie? ¿No querrá referirse el sesudo editorial a la muerte de Lorca?"
        Debe de ser que el editorialista titular está de puente, y lo ha escrito alguno de guardia o becario, porque si no, no se entiende que se hayan hecho tal lío o tenido semejante lapsus.

21/12/09

Diálogo

[VIII]

    —¿Ves esa cola, Sebas, que debe de dar la vuelta a la manzana?
    —Sí. ¿Y para qué, Maribel? ¿Para vacunarse de la gripe, quizás?
    —Nada que ver, hombre, pues parece ser que a la vacunación no están acudiendo tan en masa como la recomendación (miedo mediante) de la autoridad pretendía: es para comprar lotería.
    —En algún despacho de los que toca mucho... es indignante que una superstición sea promovida por el Estado...
    —Sí, debe de ser algo como un impuesto voluntario.
    —Y triste que sea aceptada masivamente por la población. Por cierto que no he oído a ningún partido de los de la cáscara amarga (de los otros ya es previsible lo que puedan decir) que haya puesto jamás en cuestión tal alucinación colectiva.
    —Ni creo que lo oigas, Sebas: es otra muestra del aconchabamiento entre poder y dinero.
    —Pues tú, que parece, por lo que veo, que eres compradora de diarios, prepárate para las páginas que te van a llenar al día siguiente del gran sorteo, con su rico anecdotario y fotos a mansalva de los agraciados, ante la tienda de la lotera, duchándose con champán justo en el momento (¡qué casualidad!) de la llegada de las cámaras.
    —Compradora de diarios, muy poco. Algo más, lectora. Como hoy, que he pillado éste en un asiento del cercanías, que los servicios de limpieza se debieron de dejar olvidado, porque es una antigualla de ayer...
    —¿Algo que te haya "impactado", como diría un parla?
    —Según venía para acá, unos ruidos, como de disparos, hasta que he caído en la cuenta de lo que eran: en medio del parque, un hombre hecho y derecho haciendo el gilipollas tirando petardos con su hijo. Y es que, ya sabes, en estas entrañables fechas, la autoridad permite prácticamente cualquier cosa, sobre todo si de ruidos se trata.
    —Pero, Maribel, yo me refería a algo que hayas leído en el diario.
    —¡Ah, no! Lo leo como quien oye llover, como quien sospecha que todos los días lee la misma noticia... lo único, sin que a "impacto" haya llegado, un titular que dice que un hombre ha pasado 35 años en la cárcel...
    —¡Sí, lo he oído! Una putada que por una pifia del aparato represor una persona pase la mitad de la vida entre rejas.
    —Sin embargo, ese fallo (avería, descarrilamiento, agujero, pifia) que los medios, cumpliendo con su sagrado deber de informar, airean y como noticia nos ofrecen (excepcional por tanto; por definición un hecho "puntual", que diría un cursi), precisamente por presentarse como noticia cumple su función, viene en ayuda del aparato de Justicia y sugiere que con el progreso del sistema (y con el tiempo y una caña), averías de ese tipo irán a menos, incluso, en el límite, en el ideal, desaparecerán.
    —Sí, Mabel, si no te he entendido mal, dicho con menos palabras: que, como se dice, "la excepción confirma la regla" y que ese fallo, por serlo, confirma a la Justicia como tal. Con lo cual, las pifias tienen que darse o conocerse en su medida justa y necesaria para que la fe en el aparato no se pierda y los Medios colaboren en el mantenimiento de esa fe.
    —Pero, Sebas, como nos hemos puesto tan serios ¿qué tal si nos deseamos feliz Navidad?
    —Por mí, hecho. Y, volviendo al principio: los de los cohetes y petardos que se los metan por donde les quepan.

18/12/09

Breves (14)

Aviso: Tras más de un mes de función, el circo mediático trasladará sus instalaciones. Permanezcan atentos a sus pantallas.

17/12/09

Hambre y hambruna

Anti-noticias (6)

Resulta que una mujer se inmola por hambre y se revuelve Roma con Santiago y Guasinton con Rabat. El asunto es periodístico donde los haya y, al mismo tiempo que sirve de pábulo a la masa, sirve también, como la otra cara de la moneda, para que los medios —con su esencial miseria intrínseca, fundamental, de la que no pueden prescindir sin desaparecer—, que proporcionan ese pábulo, hagan su agosto, que, en definitiva, se traduce en contratos de publicidad.
           En cambio, la muerte diaria de personas en masa por hambrunas apenas si tiene la noticia de un día dedicado al año.
           Entre ambos casos hay, al menos, una diferencia y un punto en común. La diferencia: en el primero se trata de una víctima del régimen dispuesta a morir por una idea, lo que da mucho prestigio; en el segundo, de muertes directas del régimen. He escrito el régimen porque todos son el mismo, y en esto consiste el punto en común: tanto la mujer como la masa de personas que mueren cada día de hambre son víctimas del régimen —único dominante— del dinero.

16/12/09

Lo celebro

Anti-noticias (5)

En la edición digital de un periódico leo hoy el siguiente titular: "Los diarios pierden en dos años el 43% de los ingresos publicitarios". Pues malegro, sin ambages, y que siga la racha.
           He pasado de comprar desde hace años a diario el periódico a hacerlo dos días a la semana, y creo que aquí no ha acabado la cosa.
           Entre otras razones, aparte del cansancio de noticias, precisamente por la publicidad, harto de llevarme a casa kilos de ésta, de anuncios de shopping y soplapolloting, y de publicidad encubierta. Otra razón: las dichosas promociones de cacharritos, artilugios e inutilidades varias. Y otra: el derroche de papel-prensa (subvencionado, para más inri).
           La publicidad, por otra parte, no deja de ser una modalidad de la información. O viceversa.

¡MUERA la PUBLICIDAD!

15/12/09

Diálogo

[VII]

    —Buenos días, Valerio, vecino. Qué ¿paseando tempranito?
    —Nada de pasear, que no me gusta, Julia. Más bien andando, a paso rápido, para hacer algo físico y no despreciar del todo los mandamientos médicos. Y tan temprano, aún sin amanecer en esta época del año, sobre todo para evitar la hora punta del tráfago de coches y de perros, pues no sacan tan pronto a sus amos...
    —Al revés, dirás.
    —Al revés y al derecho: que los amos sacan a los perros, pero también los perros a los amos. ¿O acaso este milú no te saca al día...? ¿cuántas veces? ¿tres?... El otro día ví cómo salía el chucho escopetado del ascensor, seguramente sin poderse aguantar, casi arrastrando con la traílla a tu hijo.
    —Luisito se llama.
    —¿Y el perro?
    —Luisito es el perro. Sí, tres... y si lo hago cuatro, mejor para él. Es su necesidad.
    —Pero sospecho que es también, necesidades aparte, una venganza del chucho...
    —¡Chiiisss! ¡Ya está bien de chuchearlo! Sin faltarle al respeto, Valerio, que es de pura raza (y hasta tiene sus derechos), según me aseguraron cuando lo compré-adopté en la pajarería: varias generaciones de antepasados con pedigrí, con papeles en regla.
    —Pues sospecho (chucho o aristócrata) que a más de la necesidad es una venganza por ser objeto de propiedad y de obediencia: el precio que tenéis que pagar los amos.
    —Puede, pero compensa, merece la pena. ¡Y el cariño que recibes a cambio!
    —Pero cuando algo "compensa" es porque se establece una equivalencia, un precio en definitiva. Conque, jugando con las palabras, sería un cariño precioso.
    —¡Y la fidelidad que te tienen!
    —Sí, en eso tienes razón: son de una fidelidad a prueba de... humanos. Porque hace falta tener aguante para ser fieles a los hombres. Es lo que se conoce, precisamente, como fidelidad perruna. Aunque parece que hay indicios de rebelión, y de vez en cuando sale en la televisión que uno, probablemente, pienso yo, cansado de tanta obediencia y fidelidad o de maltratos (tales como llevarlos encerrados en los coches con la cabezota pegada al cristal trasero), se ha revuelto contra el dueño, incluso contra el niño-dueño, y le ha más que enseñado los dientes. Y...
    —Perdona un momento, que tengo que recoger... ya está... decías...
    —Supongo que en las deposiciones con diarrea lo tendrás muy dificil, y en los orines, imposible. Decía... nada: en realidad antes sólo te iba a comentar los casos de los amos desalmados que, cansados del perro (o cansados del niño aburrido del perro), abandonan al animal en un descampado... Pero en fin, sigo con mi caminata antes de que se llenen el parque y las aceras de kilométricas correas, y de perros defecando, y orinando por esquinas, farolas, bolardos, alcorques, fachadas, y corriendo y ladrando por todas partes, y, peor aún si cabe, de corrillos de propietarios de perros contándose unos a otros, sin escuchar siquiera lo que cada cual dice, interrupiéndose para relatar las monerías que su bicho hace y cómo les obedece. Pero mira, ahí viene otro amo razonando con una perrita. Una ocasión, quizás, para que este tuyo retoce, incluso para pasar a mayores, que no creo que el pobre ande muy sobrado de alegrías.
    —Bien, ya veo que no te son simpáticos los canes.
    —No es que no me sean simpáticos, incluso, en cierto modo, es lo contrario: que, aceptando por un momento su sumisión, hasta los puedo compadecer por tener que soportar a sus propietarios, y perdona por la parte que te toque, y que se salve el dueño que pueda.
    —¡Jesús, Valerio, la que me ha caído encima por encontrarnos!
    —Perdona, Julia, por haberte hecho depositaria de mis improperios, como si tú fueras la única dueña de perro, cuando no es así precisamente porque hoy todo el mundo tiene perro... y coche: son los dueños de las ciudades.
    —Nos vemos por la casa. Que tengas buen paseo.
    —Igualmente vosotros.

14/12/09

Oír/escuchar

Parejas famosas (4)

Hace unos meses estuve a punto de abandonar la lectura de un libro por el abuso del autor del verbo 'escuchar'. Y es que estoy harto porque, en efecto, parece que ahora nadie oye.
          No es que nos hayamos vuelto todos sordos sino que, desde hace unos años, a casi cualquier hablante, sea cual sea su cultura, clase social o edad, le ha dado por utilizar 'escuchar' ("prestar atención a lo que se oye") para referirse a "percibir por el oído", es decir, 'oír', hasta tal punto de que este último verbo ha desaparecido, o poco le falta, del vocabulario español. Les debe de parecer más fisno 'escuchar' que 'oír'.
          Y así, tiene usted que oír (¡escuchar, iba a escribir!), hasta el aburrimiento, constantemente, disparates como este: "Hable más alto, que no le escucho". O, la cajera en el supermercado, ante la dificultad de oír al cliente: "No le escucho". Dan ganas de contestar: "¡Pues escúcheme, coño!".

12/12/09

"¿Por qué se paga?"

Anti-noticias (4)

Es lo que se pregunta Emma Thompson, refiriéndose al sexo, en una entrevista, en la última página de un diario, durante un desayuno a 10,50 euros por barba, en la cafetería de un hotel. (¿Quién pagará: el periódico o el hotel a cambio de publicidad encubierta?).
          No se si la actriz conoce la costumbre del diario que la entrevista, y de otros muchos, de publicar anuncios de prostitución —en la edición de hoy, como dos páginas y media de los llamados "anuncios por palabras"—. Si la actriz conoce dicha práctica, podía haber preguntado no sólo por qué se paga sino por qué se anuncia.

10/12/09

Lucerío navideño

Anti-noticias (3)

Como la navidad, como un clásico, vuelven este año las críticas al encendido con semanas de anticipación de las luces navideñas municipales y comerciales. (Por cierto, que hay algunas calles en la Capital en las que es difícil distinguir cuales son unas y otras). "¡Qué despilfarro!", vienen todos los años a decir esas críticas; "con la crisis que hay", añaden este año como novedad: no podía faltar la protagonista del año; "contaminación lumínica", acusan los más concienciados.
       Sin embargo, este escándalo esconde otro: que esos derroches de luz y de dinero puedan servir para algo... a quienes los producen, que les compense. En el caso de los munícipes, que les sirvan para contentar a los electores y, en definitiva, para que, cuando llegue la ocasión se traduzca en votos. En los comercios, para atraer a los consumidores, como la luz a las polillas, traduciéndose en ventas. Y ¡ay de aquellos, ayuntamientos e hiperalmacenes, que no se adapten a la norma!

9/12/09

Adverbio y posesivo

Parejas famosas (3)

Una moda, que ya está dejando de serlo porque viene de hace tiempo, asuela el lenguaje, pero esta vez no contra el vocabulario ni la ortografía o la puntuación, sino, más grave, contra la sintaxis.
          Consiste en unir un adverbio de lugar (pongamos 'detrás') con un posesivo ('mío', por ejemplo), construyendo el disparate lingüístico: *detrás mío (o: *detrás tuyo, *detrás tuya [¡¡¡], *delante nuestro, etc.).
          Supongo que, una vez perpetrado el error, debieron de adoptarlo, como suele ocurrir, locutores, próceres y otras gentes normalmente de mal... hablar.
          Y así se ha debido de difundir por televisiones y prensas hasta haber alcanzado al común de los hablantes. De cómo empezó el equívoco, me parece fácil de deducir: probablemente, habiendo oído decir que 'de mí' = 'mío' (sí, pero cuando 'de mí' —preposición y pronombre personal— indica posesión: "¿de quien es esto?", "es mío [de mí] "), pues ya está: "delante de mí" = "*delante mío". Según esta regla también podrían decir *mi delante.

8/12/09

El peligro de los puentes

Anti-noticias (2)

Se queda la Ciudad semivacía. Se han ido muchos dueños de coche, tomavistas de última tecnología en ristre, en plan cultural, a hacerse la ruta del gótico bajo. O, para disfrutar de un "merecido descanso", a la playa. Les sacarán en bañador en el telediario (si es algún vistoso top less, cogido como al descuido, mejor), en imágenes que no tienen por qué ser de este año —pueden corresponder a cualquiera, y hasta sospecho que sacan siempre a los mismos tipos y tipas—, puesto que todos los años son iguales, diciendo cosas como que "el agua está fresquita, pero nos hemos dado un bañito".
       A continuación, el locutor nos informará, con un punto de admiración, de que en la operación salida —como si de una operación militar se tratara, que a lo mejor es eso— se prevén tropecientos millones de desplazamientos. Incluso peor: si se descuida usted le soltará que "se preveen...", y hasta que: la dirección general de la cosa, "preveyendo...".
        Se ha abierto en las calles una especie de desgarrón o agujero en el habitual puré de automóviles, y por unos días nos libraremos de la insoportable tabarra que soportamos a diario. (¡Chiiisss... no se lo cuente usted a nadie!)
       No obstante, la alegría no es completa, y a medida que pasan los días del puente se va sintiendo la presencia cada vez más cercana de los coches: están ahí acechando, prestos a volver y a recuperar lo que es suyo: la ciudad de la que hace años se apoderaron.
       Por otra parte, se cierran tiendas, oficinas, fábricas, tajos, y las cosas parece que siguen funcionando igual. Igual de bien o igual de mal, como usted prefiera.
       Así pues, dos peligros se esconden en los puentes: uno, que caigamos en la cuenta de que, a lo mejor no hace falta trabajar tanto. Y dos, que descubramos cómo sería una ciudad sin coches. Las consecuencias de estas caídas del caballo podrían ser... inimaginables. ¡Ah, claro! Ya le oigo a usted rezongar: que me caiga yo a mi vez del guindo.

¡CUIDADO, QUE VUELVEN!

6/12/09

Hija de hombres

La ocurrencia de hace unos años de leer cada 23 de abril, desde una tribuna de la Halta Cultura, capítulos del Quijote, turnándose en cada capítulo los lectores,
(muy serios, muy puestos en su papel de hacer cultura. "¿Cuántos de ellos, y ellas, que también las hay?" —me he preguntado alguna vez que, sintiendo vergüenza ajena, he echado un ojo a la pasarela— "¿habrán leído la novela?")
la tenía yo hasta ahora como catetada insuperable de lo culturalmente correcto, pero lo que este año se les ha ocurrido —leer artículos de la Constitución desde otra no menos Halta tribuna— me ha sacado del error al representárseme como la gran catetada de lo políticamente correcto.
      Pero si en el primer caso podría llegar a tener cierta gracia, aunque sólo fuera por lograr que se leyera una vez más la obra de Cervantes, en el segundo es que el asunto se me representa tan soporífero como para aburrir a las ovejas, tanto que, seguramente, el texto sagrado no lo ha leído ni su padre... bueno, tal vez sí lo haya hecho alguno de los siete que, por lo visto, tuvo la criatura.
      A propósito de los siete padres, nunca sabremos qué se habría dicho de haber habido entre ellos alguna mujer, porque es evidente que en este caso 'padre' no se dice en el sentido genérico de padre y madre —los padres de fulano— sino en el de 'varón' —que ha engendrado—. Pero, ¿en quien o en qué engendraron los siete padres? O ¿quién es la madre?, como probablemente preguntaría un niño en la escuela en el trance de estar enseñándole la "carta magna", como en el colmo de la tontería dicen algunos. (O preguntaría uno mismo, que, aunque ya no voy a la escuela, me hiciera "como niño", siguiendo el consejo de Jesucristo, no para entrar en "el reino de los cielos", sino más bien por una maldita curiosidad). En efecto, uno podría preguntar: "¿Y la madre?". Porque parece como si los Siete, al igual que dioses, hubieran engendrado en —creado de— la nada.
      Por cierto que lo de 'constitución' debe de ser término sacado de la 'anatomía', y no me extrañaría nada que en la escuela enseñaran el Estado como un organismo con su cabeza, tronco, extremidades, corazón, venas, nervios, etc. y hasta con sus alifafes y todo, como cualquier cuerpo u organismo.

5/12/09

Diálogo

[VI]

    —Mira, Yónatan, ahí tenemos al Avelino, al sol, con su "torpe aliño indumentario". ¡Y sin dar ni un palo al agua, el tío!
    —¿Y de qué vivirá?
    —¿No lo agració la lotería? ¿O fue alguna herencia?
   —Vamos a saludarlo, Tránsito. Y no sé si ocultarle de dónde venimos.
    —Difícil va a ser con estas pancartas, aunque enrolladas. […] ¡Pero qué bien vives, Avelino!... ¡qué envidia, sin trabajar!
    —Pues, María del Tránsito, no te creas que todo el que tiene posibles es capaz de vivir sin trabajar: requiere cierta pericia y despreocupación.
    —¿Despreocupación?
    —Me olvidaba de que a vosotros no os han enseñado religión en la escuela. Me refería a: "Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan".
    —Evangélico y lírico estás, Avelino.
    —Hay gente que podría vivir a la bartola y sin embargo sudan y se afanan como si cavasen para aumentar su patrimonio y sentirse poderosos, que no me diréis que no son ganas. Y no tendríais más que mirar alrededor y observar, en banqueros, por ejemplo, podridos de dinero, y siguen. O, más modestamente, quienes se pasan la vida echando pestes del trabajo y soñando por un futuro de jubilación, y cuando llega el momento... pues que no se pueden pasar sin trabajar, y hasta se mueren.
    —Vamos, que tú, como decía aquél: "con poco dinero que me sobre tengo suficiente", y desde que te tocó la lotería…
    —¡Ja! Que me queréis tirar de la lengua… bueno, no importa: no fue la lotería, a la que no echo nunca; más bien unas rentas de mi tía Avelina, que en el cielo esté, y por quien me pusieron la gracia que llevo. Y bien, pero ¿qué os traéis entre manos? Veo que venís cargados con esos cartelones…
    —Sí, de una gran manifestación venimos, de hacer de "pancarteros", como dijo aquel bellaco, compinche de los monseñores de la guerra que llevaron la paz a la más o menos Mesopotamia, y…
    —Bueno, Yon, no te enciendas y hablemos, si te parece, de esta mesopotamia, que tampoco faltará tela que cortar. Porque no me iréis a decir que estáis otra vez con el "No a la guerra".
    —¡Quia!: aquello ya se acabó.
    —Claro, pero como todas las guerras son la misma...
   —Pero ¿es que no te has enterado? Que nos quieren restringir el internet, coartando nuestra libertad de copiar musiquitas y peliculitas…
    —¡Y hasta coartando nuestra libertad de expresión!: ¡que esto parece la China, por lo menos!
    —¡O Cuba!, en donde persiguen a los plumillas de la red desafectos al régimen.
    —Entiendo. Y vosotros creéis que a este régimen le hacen falta procedimientos como censuras y cierres de prensa o similares para conjurar amenazas contra él.
    —Pues a ver si no: es el poder que quiere impedir…
    —Sí, sólo que, Yon, Tránsito, cada época o lugar practica sus propios métodos, y no creo que aquí y ahora les hagan falta los usos de esos sitios que habéis mencionado, ni, desde luego, los que se usaban por aquí en la época del dictadorzuelo.
    —Pues entonces ¿cuáles?
    —Ya lo teníais que haber advertido: el método que pudiéramos llamar de Herodes.
    —O sea…
    —O sea (pelín lentos os veo) que cualquier novedad, información, que pudiera re-sultar amenazante pasa desapercibida, como una noticia cualquiera, entre una ca-tarata (¡jamás ha habido tanto!) de informaciones, opiniones, etc. O, si recordáis el cuento de Poe, vosotros que sois muy leídos, la mejor forma de esconder la carta robada es entre otras muchas cartas.
    —Pero te olvidas de algo: también se denuncia al gobierno, y se le da mucha caña, y se denuncian corruptelas.
    —No sólo se denuncia eso que dices, sino que, prácticamente, no se hace otra cosa. Pero en cuanto a la corrupción ilegal, me permito aconsejaros un blog (uno más en el montón de los que contribuyen a la barahúnda opinativa), que alguna vez he tenido la curiosidad de leer, titulado BLOG de ALCORCÓN, en la cadena del Qué!, y en el que se trata el tema de corruptelas legales/ilegales.
    —Entonces ¿qué?, Avelino, ¿nos aconsejas que nos quedemos parados mientras el gobierno quiere dejarse las manos libres para a su antojo…
    —Y con ayuda de jueces y leguleyos, no lo olvides, Yon.
    —...y con esas ayudas como dice Transi?
    —Yo no os aconsejo que os quedéis parados ni que marchéis ni lo contrario: lo que os digo es que para el intento de degüello de la vaca sagrada de la libertad de prensa no hacen falta ni guardias ni jueces; hay procedimientos muchos más sutiles y eficaces que los del mero secuestro de webs o blogs o foros o como diantres queráis decir.

3/12/09

No cuela

Anti-noticias (1)

Siguen los mass media haciendo su agosto con el caso del joven de Tenerife, dándose golpes de pecho por haber vapuleado a un inocente, o séase justificando por el revés —à rebours— el vapuleo cuando el detenido resulta culpable. Es decir, el mal, parecen o quieren entender o quieren hacer creer, no está en el vapuleo en sí, incluidos los berreantes a las puertas de la comisaría, sino en que el vapuleado era inocente.
      En esta trampa parece haber caído la propia víctima de la paliza, quien ha declarado que lo trataron como a un terrorista. Pero es que como lo trataron a él no se puede tratar a nadie. A nadie.
      En cuanto a la actuación de la policía, en lo que al hecho estricto de la detención se refiere, supongo que sería la consecuencia obligada del aviso de esa especie de terminales policíacos en que las clínicas parecen haberse convertido, ignoro si obligadas por la ley o no.
      De modo que menos golpes de pecho por parte de los medios y más abstenerse de dar tres cuartos al pregonero cada vez que vean carnaza en una detención. Pero esa abstención, que la practiquen sin decirlo, sino simplemente haciéndolo: más que nada por aquello de que "no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha".
   Quizás tampoco estuviera mal que se impidieran esas manifestaciones espontáneas de gente-de-bien a las puertas de las comisarías o de los juzgados.
      Y ya, por seguir con el evangelio, recuerdo el pasaje en el que Jesucristo se enfrenta a quienes pretenden apedrear a la adúltera, y lo hace sabiendo, o creyendo saber, que para el caso es lo mismo, que es culpable.