28/8/08

Lo verde vende

Vamos a ver si me aclaro: esa empresa
que se anuncia tanto en la televisión, y no me refiero a la propia TVE, ni a ¡Qué corte tan inglés!, ni a las comunidades autónomas de Murcia, Andalucía, Madrid..., sino a la Iberdrola, esta empresa ¿qué vende? Porque, por lo que he podido ver en los anuncios que me han caído encima sin poderlo evitar, anuncian... ¡medio ambiente! (¿pero la venta de esta mercancía no estaba a cargo de los ministerios, consejerías y concejalías del susodicho ambiente?), y sin embargo, en las facturas que perpetran con la autorización del Gobierno, tirando a verdosas y caras, me cobran por un servicio de suministro de electricidad. O sea que no entiendo nada: ¿alguien que me lo esclarezca?

27/8/08

No pasa nada

Imitando a Escarlata O’Hara cuando juraba
no volver a pasar hambre, yo también juré el año pasado no volver a comprar el periódico en agosto, y así lo he cumplido hasta ahora. Pero se me ha presentado un problema un tanto absurdo: resulta que, como la mayor utilidad que le saco a la prensa es la de poner unas hojas en el suelo cuando frío, pues que se me han agotado las existencias y me voy a tener que procurar unos plásticos o semejantes para evitar las manchas de los salpicones del aceite. Porque comprar el periódico aunque sólo sea un día... pues como que no merece la pena romper la promesa. Pero es que, además, estoy empezando a descubrir que sin periódico se vive mejor. Como también sospecho que no es que los periódicos adelgacen en verano porque se "produzcan” (como dicen los locutores) menos noticias o, mejor dicho, no es sólo eso, sino también, y al mismo tiempo, su revés: que se producen menos noticias porque la fábrica, a pesar de los colaboradores temporeros, funciona a media máquina. Hay otro factor adelgazante, el de la caída de la publicidad, y que, visto del otro lado, revela la cantidad de publicidad (el verdadero negocio de la prensa, suculento en muchos casos, sostenido gracias a las noticias. Y si no, ahí está como prueba el fenómeno de los últimos años de los periódicos llamados gratuitos) que nos colocan habitualmente en un periódico. Y en estas condiciones me digo que nada me va a pasar aunque no me entere de lo que pasa.

21/8/08

El Horror y los horrores

En pago de mi pecado de no comprar
este mes el periódico me veo cada día obligado a la penitencia de recorrer el tele-texto de la Te uVe para buscar películas que grabar. Al pasar esta mañana de un canal a otro he podido ver, mezclado con saltos, carreras, etc. de los esforzados deportistas mundiales, lo del Gran Accidente, y, entre lo que he visto y lo que imagino sobre éste, estarán, como siempre que toca duelo nacional, las caras compungidas de las primeras autoridades de la nación, en primera fila, y en segunda las de las segundas, y, siguiendo a éstas, guardias y policías de seguridad, periodistas, acólitos... Y es que hay que ver el juego, junto con lo de Pekín, de lo que creo que ya queda poco (este mes, los medios deben de haber salvado la temporada), que está dando, y dará, esta nueva aparición del horror en masa (“¡el horror!, ¡el horror!”, que decía Kurtz). Debe de ser que con el horror pasa como con el veneno, que en pequeñas y regulares diócesis, como dicen, no hace efecto, el organismo como que se habitúa, pero en cantidades importantes ya es otra cosa. Sólo así se explica que cada cuatro o cinco años (no sé cómo van las estadísticas) se vaya para el otro barrio, a causa de los accidentes habituales (ahí se las apañe usted con la contradicción) de carretera, un número de personas equivalente a los habitantes de mi pueblo, sin más aspavientos que los consabidos de cada lunes en los medios por los muertos de fin de semana, aspavientos que suben de grado según el tamaño del fin de semana. Visto del revés (“en positivo” como diría un locutor), lo del horror cotidiano, que no lo es, y lo del en grandes cucharadas también se podría considerar como la lotería (con su amplio anecdotario: lo que pudo pasar, pero no pasó; lo que pasó y podría no haber pasado, etc.) aunque aquella, lógicamente, con la regularidad de los sorteos, de la que hay uno semanal desapercibido (o 1.000, no sé muy bien) y uno o dos de los gordos al año. En cuanto a las "causas", los locuaces tertulianos seguro que apuntarán varias como el azar, ¡¿cómo no!, también llamado 'destino'; tal vez negligencia, sin que se atrevan a asegurarlo, prudentes ellos, etc. Pero a mí me falta una: y es qué necesidad hay de meter a casi dos centenares de personas en un avión. Necesidad humana, porque de la del Dinero ya me hago una idea.

19/8/08

Animales y derechos

Hace unos años, un día que me dirigía a
comprar el periódico, al llegar al puesto me encontré con que un hombre que sujetaba a su perro de una traílla kilométrica me impedía el paso hasta el quiosco. Se lo hice ver, a lo que me espetó algo así como que el perro tenía derecho a estar allí. Tomando sus palabras al pie de la letra, le contesté que derecho lo que se dice derecho el perro como tal no tenía ninguno: en todo caso lo tendría él a estar allí con el perro. No recuerdo si añadí que aunque de ninguna manera con una correa que entorpeciera el paso a los demás. Pero en fin, si esto último lo dije o no es lo de menos para lo que me voy a referir. Luego después me arrepentí o dudé, pensando que al fin y al cabo el exabrupto del del perro no era tal sino una mera forma de hablar, sin que hubiera que tomársela ad pedem litterae como yo acababa de hacer. Pero ahora, a la vuelta de los años, me entran dudas otra vez pero en el sentido contrario, en el sentido de que aquella respuesta mía quizás fuera la apropiada y que le estuviera bien empleada al dueño perruno. Me refiero a lo que últimamente se puede oir o leer respecto a los llamados grandes simios. No conozco muy bien la ley que se quiere hacer, pero, si no me equivoco, ésta no trata tanto de conceder derechos a los grandes monos (gorilas, chimpancés y orangutanes) como impedir, basándose en su cercanía genética con la especie humana (“cercanía”, es decir una distancia corta, o muy corta, si se quiere, pero distancia al fin, que como tal los separa del hombre), impedir, decía, el maltrato y la crueldad innecesaria con tales animales. Como, según creo yo, los únicos seres vivos posibles sujetos de derecho son los hombres... ¿eh? ¡ah, sí!, que ya le veo venir, no se me encoraje: “¡y las mujeres, y las mujeres!”... (perdón por la interrupción, probable único lector de este desventurado blog: era un feminista que reclamaba), si se pretendiera conceder derechos, stricto sensu, a los mencionados monos y no sólo tratar de evitar el abuso contra ellos, se cometería una aberración jurídica.

16/8/08

La portavoza y el tocino

El terminacho se lo oí a una locutora,
a propósito, creo, de cuando nombraron portavoz del Pp a doña Soraya Sáenz de Santamaría. La locutriz en cuestión debió de decirse, como linguista tal vez: “Si juez y jueza, ¿por qué no portavoz y portavoza?” Y, con toque feminista: "¡Ya está bien de discriminación en el lenguaje!". En fin, cosas así... asando lo que ya está cocido.
Pero no era este, en realidad, el asunto de este articulillo, que ya me he ido por las ramas de Úbeda. Lo que quería resaltar es el comentario, también por aquellos días, de Sáenz de Santamaría: “La velocidad se demuestra andando”, confundiendo, evidentemente, la velocidad con... el movimiento.

14/8/08

Quosque tandem...?

A los políticos, intelectuales, tertulianos, periodistas, locutores, etc.

¿Hasta cuándo vamos a tener que soportar que sigan ustedes empleando la estúpida expresión “limpieza [sic] étnica”? ¿No se han percatado aún, tan leídos y escribidos como se supone que son, de que hay una contradicción entre el término ‘limpieza’ y la realidad a la que alude? ¿Cómo va a haber “limpieza” en el hecho de exterminar a un pueblo? ¿No es precisamente lo que los limpiadores pretenden que hacen: limpiar? Es más, me jugaría la barba a que la terminología fue puesta en circulación la primera vez por aquellos. Y de ahí corrió como la pólvora entre ustedes, y pasó, ¿cómo no?, al público, debidamente adiestrado en la televisión, que mansamente acepta la infamia. ¿No va a haber alguna vez un locutor que al encontrarse en la lectura de las noticias con la frase de marras se plante y se niegue a seguir leyendo? Esperemos (sentados).
(Este exabrupto lo he soltado esta mañana en el foro de un periódico, pero he decidido repetirlo aquí, porque, aunque publicar en este infausto blog sea como predicar en la luna, nunca se sabe quien puede leerlo. A ver si sirve de algo).

12/8/08

De locutores, Verne, el tiempo...

Esta tarde, mientras tomaba en el bar
mi habitual café con yelo (cofi on de ros) para aliviar estas calores, me ha empezado a subir la temperatura cuando he oído a un periodista deportivo (la competición entre naciones, allá por la China, en donde nos llevan ¿seis? horas de adelanto —por cierto: ¿cómo podrá ser eso? Claro que así pudo ganar su apuesta Phileas Fogg, acompañado de su criado Picaporte, viajando al encuentro del sol—, una competición que no tiene nada que ver con la política... aguarde un momento, por favor: una pausa... sí, ya estoy de vuelta. Es que al escribir la frase anterior me ha entrado la risa y he tenido que parar. Pero ya me salgo del paréntesis y sigo), decía que había oído a un parla declarar que “[fulano] ha realizado un crono de [no sé cuantos]”. ¿No es para que le suba a uno la temperatura?
¿Cómo es posible tragarse horas y horas de publicidad televisada para oir semejantes chorradas? Yo, a pesar de las miles de modalidades deportivas, no soy aficionado a ninguna (aunque algunas las deteste especialmente, como las carreras de coches y de amotos. ¿Las hay ya de esa moderna barbarie que son los cuatros?) y me puedo permitir grabar las películas que me interesen y, al verlas, darle al botón para cepillarme la publicidad. ¿Pero cómo se puede grabar un encuentro deportivo para verlo después conociendo el resultado? Infumable. ¿Cómo es posible rendir pleitesía al tiempo y a la velocidad, tragándose todas esas paparruchas de las milésimas de segundo y, además, con semejante jerga?

11/8/08

En cartera: La AEAT

Acabo de llegar de la Administración de Hacienda de Alcorcón. Un día que tenga ganas escribiré sobre (es decir, contra) la Agencia Tributaria.