27/2/10

El jesuita, el Rey y las ruedas de molino

Preguntado por audaces periodistas sobre la posibilidad de excomulgar al Rey por sancionar y promulgar la llamada "ley del aborto", el secretario y portavoz de los obispos españoles dijo, si no entendí mal, que no era comparable con el caso de los diputados porque mientras estos tienen la posibilidad de votar 'sí' o 'no', la acción del Rey, por el contrario, "es única".
       Esto sólo puedo entenderlo en el sentido de que el Rey, según el monseñor, sólo tiene en su mano la acción de firmar, algo que en rigor es así puesto que 'no-firmar', en sí misma, no es una acción propiamente dicha. Pero esto, por otra parte, es un sofisma porque el que el Rey al actuar sólo lo pueda hacer en un sentido —firmando la ley, y sancionándola y promulgándola por tanto— no significa que no pueda eludir la acción: bastaría con que renunciara a la jefatura del Estado.
       No obstante el sofisma del obispo portavoz, no creo haber oído a ninguno de los susodichos periodistas presentes en la rueda de prensa que le hiciera ver al epíscopo que estaba tratando de hacer comulgar con ruedas de molino, y nunca mejor dicho.
       Me parece evidente, por otra parte, la imagen que el portavoz episcopal quiere hacer llegar: por un lado los diputados, con dos botones ante ellos: el del 'sí' y el del 'no', y por otro lado, Su Majestad el Rey (como algo untuosamente —suele ser propio de obispos— y con repetición innecesaria —sería suficiente con "Su Majestad" o "El Rey"— dice el pastor eclesiástico), quien tendría ante sí un solo botón: el de la firma.
       ¿No habría sido mejor argumento el de que sancionar y promulgar una ley no es apoyarla, sino ordenar que se publique lo que YA es ley? ¿Por qué el prelado no lo emplea? Probablemente porque no las tiene todas consigo. Así pues, ante la duda de si sancionar una ley es apoyarla o no, con consecuencias diferentes en cada caso a efectos de las excomuniones eclesiales, opta por el galimatías-sofisma de la "acción única". Muy jesuítico.

P. S. Por otro lado, la campaña de rezos para que Dios ilumine al Rey a la hora de decidir (¿?) es hipócrita porque lo que pretende es que lo ilumine en un sentido determinado: en el de no firmar. A su vez, esta pretensión de que el Rey no firme (¡pero tendría que renunciar a su cargo, insisto!) para que así la ley no entre en vigor es necia a más no poder: no hace falta ser ningún eminente jurista para darse cuenta de que alguien tendría que asumir la función.

26/2/10

Tertium non datur

Parejas famosas (5)

Se ha podido leer estos días que "Un nuevo error de la OTAN mata a 27 civiles en Afganistán" (por ejemplo, titular del diario Qué!, 23 de febrero, pág. 9). Leyendo el subtitular me entero de que el "error" —que, al ser calificado de "Un nuevo", se deduce, lógicamente, que no es el primero del mismo tipo— consistió en que los tres vehículos en que viajaban las víctimas fueron confundidos con convoyes talibanes. ¡Claro: así se explica! ¡Como eran talibanes... pues leña al mono: primero se bombardea y después se averigua!
       Pero es que da la casualidad de que disparar sin preguntar es lo que se hace con los enemigos de guerra, o a los que se toma por tales,... sólo que para eso tiene que haber una guerra, y ya nos han explicado los señores de la paz Y de la guerra, a través de los Medios, propaladores [sic por la última coma] de sus ideas, que no la hay. Pero si no hay guerra, aquellos a quienes se persigue serían meros delincuentes, y a los delincuentes se les detiene, o se intenta (la policía, por cierto, y no el ejército, aunque tampoco es óbice para que éste pueda colaborar: en algo se tiene que entretener y, de paso, ayuda al poder en alentar la pareja de términos opuestos que se sostienen el uno al otro, 'paz'/'guerra'), y se les juzga.
       Así es que una de dos: o hay guerra y los "terroristas", como está mandado que se diga, no son tales sino enemigos de guerra y sus acciones serían acciones de guerra. O no la hay y se detiene y se juzga a los delincuentes, pero no se les bombardea. De modo que, señores mandamases: no me líen, por favor.

23/2/10

Parece que fue ayer

Aquella tarde me enteré al llegar a casa de que unos civiles-militares, surgidos como personajes patriotas de una opereta, y que, evidentemente, no se enteraban de por dónde iban los nuevos aires del poder, habían irrumpido en el Congreso donde los demócratas celebraban un aquelarre para cambiar al jefe, si no recuerdo mal.
       Dormí como un bendito, como quien oye llover, y también cuando las masas salieron a la calle para rechazar, como buenos demócratas, el golpe con el que el glorioso ejército entonó su propio canto del cisne: aquello fue el fin de un ejército golpista por esencia (fin, como tal ejército golpista —ahora es de lo más moderno y demócrata—, confirmado con el ingreso o permanencia, o lo que fuera aquello, en la NATO unos años después, organización encargada de bombardear de vez en cuando aquí o allá con la finalidad de preservar la paz), cuyo último éxito había tenido lugar 45 años antes —a costa de desencadenar una guerra—, y el principio o afianzamiento de la nueva forma de dominio bajo la democracia.
       Al día siguiete de la fantasmada me enteré, mientras acudía a trabajar y el esperpento continuaba (lo más grandioso de la hazaña fue ver salir a los guardias por las ventanas), de la actitud de la hoy ya decadente Santa Madre Iglesia, que, por lo que se dijo, y yo me lo creo (Mater et magistra), guardó un prudente silencio... hasta ver por dónde iban los tiros, y nunca mejor dicho. Más de un párroco u obispo debió de pensar: "Mira que si después de seguir adaptándonos al poder de siempre, bajo el nuevo césar, como hemos hecho desde los tiempos de Constantino, ahora tenemos que volver a desempolvar el palio para llevar otra vez bajo él a un dictador... En fin, esperemos a ver qué pasa". ¡Ah, la Santa Madre, siempre "astuta como serpiente y prudente como paloma"!

P. S. Los medios, entonces no tan desarrollados como ahora pero que ya apuntaban maneras, como corresponde a una democracia y a su libertad de información, debieron de ponerse las botas con tanta algarabía y juego informativo como dio la zarzuelada. (Dicho sea lo de "zarzuelada" sin segundas intenciones). Recuerdo en especial el inefable titular del diario que ya era la joya de la corona de la prensa española: "El País, con la democracia".

P. S. Había pensado ponerle otro título a esta entrada: Tal día como hoy, hace 29 años, era carnaval.

22/2/10

71º aniversario

Como mi recuerdo y homenaje particular a Antonio Machado, en el 71º aniversario de la muerte, copio dos emocionantes poemas de su obra Galerías, no tan conocidos como el que acaba con "Una de las dos Españas..." —famoso y algo sobado y utilizado a veces con intenciones políticas, y que parece como si Machado no hubiera escrito otra cosa—, pero sin duda de mejor factura.

                                    Desnuda está la tierra,
                                    y el alma aúlla al horizonte pálido
                                    como loba famélica. ¿Qué buscas,
                                    poeta, en el ocaso?
                                        ¡Amargo caminar, porque el camino
                                    pesa en el corazón! ¡El viento helado,
                                    y la noche que llega, y la amargura
                                    de la distancia!... En el camino blanco
                                        algunos yertos árboles negrean;
                                    en los montes lejanos
                                    hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
                                    poeta, en el ocaso?

                                                        * * *

                                    Eran ayer mis dolores
                                    como gusanos de seda
                                    que iban labrando capullos;
                                    hoy son mariposas negras.
                                       ¡De cuántas flores amargas
                                    he sacado blanca cera!
                                    ¡Oh tiempo en que mis pesares
                                    trabajaban como abejas!
                                        Hoy son como avenas locas,
                                    o cizaña en sementera,
                                    como tizón en espiga,
                                    como carcoma en madera.
                                       ¡Oh tiempo en que mis dolores
                                    tenían lágrimas buenas,
                                    y eran como agua de noria
                                    que va regando una huerta!
                                    Hoy son agua de torrente
                                    que arranca el limo a la tierra.
                                        Dolores que ayer hicieron
                                    de mi corazón colmena,
                                    hoy tratan mi corazón
                                    como a una muralla vieja:
                                    quieren derribarlo, y pronto,
                                    al golpe de la piqueta.

17/2/10

La dictadura del espectadorado

En dos entradas anteriores he dado cuenta de la falta de respuesta de la defensora del espectador de TVE ante una queja mía sobre la costumbre de la cadena de cortar una película apenas si empiezan a aparecer los títulos finales de crédito, incluso cuando estos se solapan con las últimas imágenes de la película: nada, sin piedad: cortan y en paz.
       Pues bien, tras insistir, ayer recibí respuesta en imeil —al que me ha faltado tiempo para responder—, asegurándome la defensora que no le constan correos míos anteriores al último, al que ella responde, y la respuesta es admirable, motivo por el que la comento.
       No voy a comentarla párrafo a párrafo, respuesta que, por otra parte, es de la defensora o de lo que a ella a su vez le han contestado —quien sea: un director, programadores, etc.—. Al final la copio íntegra para quien tenga paciencia de leerla. Comento, pues, algunos párrafos, que pongo en cursiva. (Obsérvese la jerga, que tampoco tiene desperdicio).

«Los títulos de crédito de los largometrajes son segmentos de muy larga duración (desde cinco minutos hasta incluso diez) sin contenido específico que, en el fluir de la programación [subrayado mío] de una cadena de televisión suponen una interrupción brusca de la misma [¡de la misma!, es decir, de la programación]»

       Los títulos de crédito no llegan muchas veces a cinco minutos, pero es que aunque así fuera, el problema es que no aparecen, no ya durante cinco minutos sino ni tan siquiera durante cinco segundos. ¿"Sin contenido específico"? "¡Gensanta!", que diría el otro. Imagínese usted, improbable lector de este blog, por ejemplo, en la película Hannah y sus hermanas: empiezan los títulos en blanco sobre un fondo negro y con un excelente fondo musical, mientras se nos informa de que: Mia Farrow interpreta a Hannah; Max Von Sydow a Frederick; Dianna Wiest a Holly, etc. ¿Esto no es "contenido específico"? ¿"Interrupción brusca en el fluir de la programación"? ¡Pero qué barbaridad! Nada, nada: dejémoslo, no vayamos a provocar un trombo en la programación.

«la mayoría de los espectadores de televisión [...] agradecen poder continuar viendo su programación de televisión sin tener que esperar períodos “muertos” de 10 minutos al finalizar un producto»

       No se cómo habrán averiguado el gusto de la mayoría: ¿Han recibido tal vez un aluvión de reclamaciones —para que se supriman los títulos finales— de espectadores ansiosos por pasar a ver el siguiente "producto"? ¿Han hecho una encuesta? ¿O es lo que los programadores presuponen como gusto de la mayoría? Y aunque éste así fuera: ¿No sería un gusto averiado y que no habría por tanto por qué respetar? ¿Qué pasa con las minorías que aprecien la película hasta el último título y hasta la última nota musical? ¿No estaría, en todo caso, ese supuesto gusto mayoritario inducido por la propia práctica de la televisión? ¿No podrían aprovechar las mayorías esos "periodos muertos" (¡!), si tan insoportables les resultan, para hacer un pis antes de pasar a ver el siguiente "producto"? ¿Cómo es que esa mayoría, que probablemente quiera tener musiquita hasta en el confesionario —¿la hay ya?—, no aguanta unos minutos de música al final de una película? ¿No es bochornoso ya sólo el hecho de que se refieran al tiempo de los títulos finales como "periodos muertos"?
       Pero, volviendo a ese supuesto libre gusto de la mayoría: ya metidos en harina podrían también suprimirse no sólo los títulos finales sino los del comienzo: ¡directamente al grano! Porque al fin y al cabo, ¿le importa a la mayoría el nombre de los actores ni, mucho menos, el del director, por ejemplo? ¿Pues entonces para qué sacarlos?: se cortan y en paz. Incluso hasta se podría cortar alguna que otra secuencia de por enmedio siempre que no dañe "la obra narrativa". (Esto de "la obra narrativa" son palabras de la defensora). Ya le he advertido a doña Elena Sánchez Caballero que lo de este último párrafo mío no se lo cuente a los programadores, no vaya a ser que se lo tomen en serio y empeoremos más aun las cosas.
       Pues bien, como puede verse, lo que manda es el gusto de la mayoría, supuestamente libre y autónomo y sin determinación ni inducción ninguna. Es lo que podríamos llamar, por tanto, la dictadura del espectadorado, y perdón por el palabro, salvando, naturalmente, todas las distancias que hagan falta con relación a la histórica frase a la que alude. De esa manera, la vanguardia de tal espectadorado son... los programadores, quienes se constituyen en la guía del proletariado... digo del espectadorado, al mismo tiempo que ejecutores de sus mandatos... digo de sus gustos. Esto es la revolución... digo ¡esto es la leche!

P. S. Obsérvese la diferencia entre las cadenas comerciales de televisión y la televisión pública (¿?). Consiste en que las mismas barrabasadas con las películas, aquellas las hacen financiadas con publicidad, y la TVE las hace con los impuestos.

***

Transcripción del imeil de la defensora (las cursivas y comillas son suyas).
«Estimado Sr. García:
Muchas gracias por dirigirse a la defensora interesándose por la emisión de los títulos de crédito de los largometrajes. He remitido su escrito, junto a otros que he recibido en el mismo sentido, al Director de Antena para que conozca su opinión y sea, debidamente tenida en consideración. Asimismo, le he pedido que explicara el criterio por el que actualmente se omiten los títulos de crédito y esta es la respuesta que he recibido:
"Los títulos de crédito de los largometrajes son segmentos de muy larga duración (desde cinco minutos hasta incluso diez) sin contenido específico que, en el fluir de la programación de una cadena de televisión suponen una interrupción brusca de la misma". En su escrito, José Antonio Antón me dice que TVE se rige por el interés de la mayoría de los espectadores de televisión que "agradecen poder continuar viendo su programación de televisión sin tener que esperar períodos “muertos” de 10 minutos al finalizar un producto".
Estas decisiones corresponde tomarlas a los responsables de Programación y a la defensora respetarlas, pero tenga por seguro que recogeré su queja en el próximo informe trimestral para el Consejo de Administración, al tiempo que me propongo abrir una reflexión [¡!] en la Dirección de TVE sobre la pertinencia de mantener los títulos de crédito cuando su omisión pueda dañar la obra narrativa.
Le agradezco el interés que muestra en la calidad de las emisiones de TVE y aprovecho para enviarle un cordial saludo,
Elena Sánchez Caballero

P.D.- Respecto a que no haya tenido Usted respuesta, lamento decirle que no consta en nuestro archivo ningún correo suyo anterior. Quizá lo hizo desde otra dirección de correo electrónico.»
[Pues no: los envié todos desde la misma dirección y acusaron recibo de todos ellos].

15/2/10

TVE y su amor al cine

Han estado durante varios siglos anunciando la dichosa gala de entrega de premios Goya (que no ví: no tengo el cuerpo para semejantes ladrillos), se supone que como prueba de su amor por el cine. Pero este amor no le impide a la cadena oficial (y a todas, pero es que esta la pagamos con los impuestos) seguir cortando, inmisericorde, los títulos de crédito al final de la película porque no deben de haberse enterado de que hasta el rabo todo es toro.
       La última vez que lo perpetraron —que yo haya visto— fue con la película Luz de domingo —en un programa dedicado al cine español—, con las últimas imágenes apareciendo al mismo tiempo que los créditos. No es que la película sea precisamente para tirar cohetes, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que semejante infame práctica es una falta de respeto al espectador.
       Y para mayor tomadura de pelo, la cadena tiene una defensora del espectador a la que ya me he quejado sin que se haya dignado contestar.
       Lo que no comprendo, por otra parte, es cómo los directores de las películas o distribuidores o quien sea no se quejan por la mutilación. ¿O es que si se quejan no les echan sus películas ni mutiladas siquiera? A ver si va a ser eso.

10/2/10

Altius

El lunes pasado salió un tipo en la última de un periódico desayunando con el periodista —desayuno a 15,40 euros por barba—.
       El motivo del encuentro es que al tipo en cuestión, quien por lo visto es famoso como paracaidista, pero a quien no tengo el gusto, se le ha ocurrido la gilipollez de tirarse desde la estratosfera —con paracaídas, me parece—. ¿Y por qué se le ha ocurrido la grandiosa idea? Pues porque, según él, "El mundo necesita un mensaje de superación".
       ¡Vaya por Dios! Y uno que creía que el mundo actual, si se distingue por algo es por la competición a todas horas y con motivo de lo que sea. Pues parece que no es suficiente: hay que tirarse en paracaídas desde lo más alto.

9/2/10

¿Caja Madrid, una entidad financiera?

Un amigo, cliente de Caja Madrid, me da a leer una carta que ha recibido firmada a estampilla por el flamante presidente de la entidad, de la que extraigo las siguientes perlas (dichas sean aparte del estilo que emplea de ejecutivos, mandatarios, publicitarios y próceres en general. Como, por ejemplo —¡cuidadín que viene de arriba!—: "nueva etapa enmarcada por un entorno en el que transparencia, eficacia, eficiencia y flexibilidad definirán las posibilidades de éxito". Obsérvese que no sólo van a ser, en la "nueva etapa", eficaces sino, por si fuera poco, también van a ser eficientes. Aparece también —¡¿cómo no?!— en algún lugar del escrito el concepto de 'apostar'. ¡Ay, cuanto "apuestan" ahora políticos y empresarios!).

Las perlas:

1. La carta no lleva fecha, pero eso no le impide al flamante decir cosas como "Comenzamos hoy" o "la institución que desde hoy".

2. A dos cifras, en valor absoluto, sobre los millones del activo y el número de oficinas, las denomina "estos [sic por el masculino] ratios", cuando hasta el estudiante más torpe de economía sabe que 'ratio' es una relación (¿cociente?) entre dos cifras, no un valor absoluto.

3. (Creo que es la mejor). C M "es mucho más que una entidad financiera". ¡Si lo sabrá el ex del FMI! Por si el sostenimiento del régimen dominante (del dinero) no estuviera suficientemente asegurado con que haya banca, ahora tiene que haber entidades financieras que sean "mucho más" que entidades financieras.
P. S. Entre toda la publicidad-palabrería del escrito, los clientes tendrían que agradecer que NO recurra al idiota y habitual estimado barra a cliente barra a.

2/2/10

Breves (15)

Parafraseando a Machado ("El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve"):


La TV que ves no es
TV porque tú la veas;
es TV porque te ve.