27/2/09

Road movile

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (III)

Esta vez decidí darle una sorpresa a mi sobrina siendo yo el que llamara.

   —... ¿Laly?... ¿Eres tú?
   —Pues claro que soy yo... ¿Cómo quieres que ‘yo’ no sea yo? Pero qué sorpresa, tío, si tú nunca llamas a los móviles.
   —Ya, pero por una vez y sin que sirva de precedente y tratándose de tí... Y es que no te había reconocido... Lo que oía era una batahola de mil demonios... ¡Dónde andarás metida! ¡En alguna discoteque u otro antro!
   —Pues no, que estoy en el coche, en plena autopista, con la música que tenía a todo trapo y que he bajado, y conectado el manoslibres, que es...
   —Sí ya sé lo que es, y sé también lo que son los coches-discoteca.
   —Bien, y ¿cómo tú por estas ondas?
   —Sólo que quería un rato de charleta contigo, pero que si la conducción en la free-way, imagínate la contradicción, te requiere los cinco sentidos, como no puede ser menos, y que estés atenta a luces, señales, adelantamientos, rayas en el suelo, evitación de rozaduras con el vecino, paneles informativos advirtiendo de los muertos en la última semana, cruces, radares, guardias, límites de velocidad, sirenas de emergencias, desvíos, salidas de la susodicha, entradas de la misma...
   —Para para para, echa el freno, magdaleno, que no hace falta que encima me recuerdes los incordios propios del manejo.
   —Bien, es que entonces te iba a proponer que lo dejáramos para otro momento, no fuera que por causa de mi compaña perdieras puntuación.
   —No hace falta, que ya me muevo con el coche como un auténtico robó, y además tengo cierto deseo de decirte un par de cosas sobre tu blós.
   —Dispara.
   —Una: que cómo es que tú, siendo más bien como has sido siempre de la cáscara amarga, te has metido en una cadena semejante, en la que abunda la derecha o como ahora se llame.
   —Te contesto: a mí, aunque creo que ya lo has comprendido y me preguntas para chincharme un poco, lo que puedan escribir los derechones, que, efectivamente, pululan, incluso en algún que otro caso en grado nazi, me tiene al pairo. Mi blog es independiente y escribo lo que me pete, y que salga el sol por antequera. Mete la segunda.
   —... ¿Que meta la segunda? ¡Se nota que no tienes carné! ¡¿Cómo voy a meter la segunda si estoy en una recta y...!?
   —La segunda cosa que querías decirme.
   —Ah, sí, perdona, pero es que me he despitado porque me había quedado mirando al que me acaba de adelantar, que lleva en el cristal un cartel: Creemos que Dios no existe, y debajo, sin que me haya dado tiempo a leerlo, porque el muy lelo va a toda pastilla (¿a dónde irá?), el nombre de la secta de los creyentes.
   —Sí, ya sabes que de todo hay en la viña del Señor. Segunda cuestión, Laly.
   —Era que en alguna de tus notas me ha parecido advertir un tono como de panfleto.
   —En eso puede que tengas algo de razón: que a veces, cabreado ante algún asunto, como el de la foto del jueves 12, que me puso los pelos de punta y era, por si no la viste, que aparecía toda la plana mayor de la derecha dando escolta a su jefe en un intento de...
   —Sí sí, la recuerdo: a mí también me pareció terrorífica. ¿Y lo de meter la mano en el plato, que decías?
   —¡Ay!, sobrina, que creo que tendrías que repasar los evangelios, a pesar de la iglesia. Pero si quieres te busco la cita y te cuento...
   —Perdona, tío Herminio, pero te tengo que dejar: acabo de ver el primer aviso de mi desvío y ahora sí que tengo que estar bien atenta, porque si me paso voy a tener que ir a dar la vuelta a la quinta puñeta, y no me apetece nada tragarme unos kilómetros de más. ¡Chao, tío!
   —¡Chao, bambina, besitos!

26/2/09

Breves (3)

Un hombre cargado de razón, ira y maza la emprende a golpes contra una taberna de los malos, y papanatas y demócratas de pro, entre otros, —no justifican pero comprenden, dicen— lo convierten en héroe.

17/2/09

Retomando el hilo

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (II)

Tras un rato con Vida y destino entre manos empiezo a dar cabezadas cuando suena el teléfono y después de unos segundos al otro lado de voz como entrecortada, en síncopes, ya se sabe, procedente de un portátil, al fin consigo hilar algo.

    —... yo... ...nio... ... Que se cortó el otro día, tío.
    —Vaya, sobrina, dichosos los ojos que te ven. ¿Qué pasó? ¿Entraste en algún agujero negro al que las ondas no llegaban?
    —Negro, lo que se dice negro, no se puede llamar porque está todo iluminado con neones, pero sí lo es en otro sentido: uno de esos subterráneos a los que el Ayuntamiento nos obliga a bajar para cruzar una calle y así facilitar el tránstito de los cochecitos y que pueda decir el concejal, o el alcalde, si se tercia, que eso les hace mucho tilín, que la velocidad de circulación ha aumentado en la ciudad en el último año en 0,001 km. por hora.
    —Cuando la semana pasada, a consecuencia, ya veo, del atentado que me cuentas dejé de oír tu redicha voz, me disponía a darte la dirección...
    —Ya, ya. Pero no me ha hecho falta: mi viejo tiene pecé y, con su permiso, me puse a buscar hasta que dí contigo.
    —¿Y?
    —¿Me permites?
    —Adelante, valiente.
    —Pues lo que ya me temía: que, una de dos: o dices lo que ya lo está una y mil veces o aciertas a decir algo nuevo. Si lo primero, ¿para qué sirve? Y si lo segundo, ¿tú te crees que entre toda la barahúnda de información, que no paran, va a servir para algo lo que digas? (servir, se entiende, no para sostén de la publicidad en el medio en que te has metido ni para entretenimiento de aburrridos).
    —¡Joer, tía!, digo sobrina. Me acabas de echar no un jarro sino un bidón de agua fría.
    —Pero tu me habías pedido...
    —Sí, sí. Y además hasta puede que tengas razón en el rapapolvo, y que esté haciendo o dejando de hacer todo eso que me dices. Pero en mi descargo te diré que a lo mejor termino con esta historia cuando el chisme que manejo ahora se averíe (de hecho ya lo he llevado una vez a la clínica —60 euros, probablemente por nada) o quede desahuciado por los avances que nos quieren ir colocando (ya sabes: lo de la “obsolescencia programada”, un ladronicio muy bien montado con todas las de la ley). De modo que, querida Laly, ya hablaremos...
    —Espera, espera, tío, no corras tanto que algo tengo que decirte sobre el contexto en el que te mueves, porque lo que yo no sabía es que tu blog formara parte de una comunidad, ¿se llama así?, y en esta en concreto hay cada elemento... Si hasta me ha parecido ver una especie de disputa de pareja o algo así. Pero de esto...
    —Sí dime... dime... ¿Lalita?... Oye...

Nada, comunicación cortada. Esta vez ¿qué habrá ocurrido? ¿Otro agujero negro? ¿Que se habrá terminado el saldo?

10/2/09

La Laly

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (I)

Me llama mi sobrina Eulalia Niporesas, quien siempre ha asegurado ser descendiente del famoso Fígaro.
   
—Vaya, tío, que como eres de los recalcitrantes del no al móvil, que no hay manera de conectarse contigo. Aunque ya caerás ya, como todo el mundo.
    —Hola, sobrina. Pues sí, ya ves. Pero en cambio tengo imeil, para que veas que no soy negado del todo.
    —De eso precisamente quería hablarte porque me han contado que has abierto un blok, y aunque yo en cambio no he entrado en la tecnología de la computadora, tengo una ligera idea de qué va el asunto. Pero, por otra parte, tampoco cuando me lo dijeron me lo podía creer: "¡Cómo!", me dije, "que tío Herminio se ha apuntado... No puede ser". Y aquí me tienes, a que me comentes sobre ese mundo.
    —Pues sí, no te han engañado. Y es que me regalaron un pecé, y una vez que lo tienes...
    —Alguien que te quería bien, supongo.
    —Noto cierto tonillo.
    —...
    —Te decía: y una vez que lo tienes te planteas que a ver qué haces con él para sacarle alguna utilidad, que para algo habrá de servir el trasto. Y así me ví metido en una catarata de opiniones, porque sabrás que en eso consiste principalmente, en opinar.
    —Ya. Que ante la ingente cantidad de opiniones y opinadores que pululan, a cientos, a miles, en las radios y prensas y televisiones y ahora en la red de redes, ante la inflación informativa y opinativa, debiste de pensar que por uno más...
      —Eso.
    —Pero es que no acabo de entenderlo: que tú, tío, que nunca compras un periódico...
    —¡Chisss, chisss, sobrina! ¡Para el carro! Que creo que estás mal informada: debe de ser que lees mucha prensa (seguro que hasta arramplas con todos los gratuitos que te largan en la boca del metro y hasta te los lees). Una cosa es que no sea uno de oración diaria y otra que no lo haga de vez en cuando, incluso con frecuencia. Como comprenderás no voy a comprarlo todos los días para estar pendiente de las ofertas de las obras de la literatura mundial, de los cubiertos firmados por diseñador famoso, etc. Rien de rien.
    —Bien, no te enfurruñes. Pero no me negarás que tú siempre has sido un tanto escéptico con los papeles, incluso has hablado de su “supuesta” utilidad.
    —Concedido, Lalita, pero entra en el blog que me he fabricado y luego hablamos, y opinas, tú también, cuando hayas leído. De modo que toma nota de la dirección... ¡¿Oye?!... ¡¿Laly!?...

Me temo que aquí se cortó la comunicación, tal vez metida mi amada sobrina con el chisme en alguna zona “sin cobertura”, que le llaman. Pero no importa: seguro que ella, marisabidilla como es, sabrá encontrar la dirección, se pondrá a leer y acabará llamándome.

7/2/09

Breves (2)

“Al Gobierno se le está acabando la paciencia”, dice un ministro ante la secular práctica de la Banca de prestar dinero sólo a quien lo tiene. Cuando se le acabe, ¿qué harán? Sería interesante saberlo.

6/2/09

Breves (1)

La publicidad es el líquido amniótico del Capital y de sus concomitantes masas consumidoras.