30/3/09

A 1,20

A modo de continuación a ¡Uy! ¡Uy! ¡Uy!, de 24/01/2009.

No sé si ayer domingo anunciaría El País el aumento de precio, porque hoy me ha pillado por sorpresa.
    Así lo justifica el diario: “La subida permitirá garantizar la calidad informativa [...] en un contexto difícil por la [...] caída publicitaria.” Más claro, agua. ¿Es o no la publicidad, con el pretexto de las noticias, el verdadero negocio de la Prensa?

28/3/09

Breves (7)

Titular de hoy dEl País: “Zapatero bloquea el plan de Aguirre para hacerse con Caja Madrid”. O sea: Aguirre tenía un plan que Zapatero ha bloqueado para hacerse con Caja Madrid. ¡Perverso Zapatero!

23/3/09

Vídeos: ¡aburrimiento universal!

Teniendo en cuenta que vivimos en una
sociedad hipervídea, de mirones, ¿de espías?, en la que incluso al alcance de cualquier tarugo está hacer peliculitas y difundirlas, o guardarlas para lo que le pudieran servir, sociedad en la que desde bancos hasta puestos callejeros de castañas no se privan de cámara de seguridad, sacrosanto concepto, no sé a qué viene, digo, tanto escándalo por “la mujer que vendió su agonía”, titular periodístico, ¡of course!
    Según tengo entendido hay cadenas de televisión que se están disputando los derechos de retransmisión urbi et orbi del Juicio Final —y empresas de publicidad, los anuncios del evento—, derechos que, es de suponer, los tenga en exclusiva a la venta el Vaticano.

20/3/09

Breves (6)

El número de espectadores de cine en sala cae en picado. Como consecuencia, los fabricantes de golosinas (palomitas, patatas, refrescos, etc.) estarán temblando: pierden importantes puntos de venta.

17/3/09

Que digan misa

Está en lo cierto la portavoza del Pp
cuando asegura que la iglesia puede hacer las campañas que le parezca, pero esto no impide que una campaña sea criticable, y desde luego la de ahora lo es.
        Por dos razones, al menos: por falaz y por ventajista. No creo que quepa mayor falacia que la de presentar la imagen de un niño hecho y derecho para sugerir las víctimas del aborto. Y ventajista: estando como están en contra del aborto como tal, no lo dicen sin embargo, ni mucho menos reclaman la derogación de la ley actual, ni plantean ahora el debate como tal sobre el aborto, entre otras razones porque saben que es una lucha perdida (con este gobierno y con los que vengan en los próximos mil años), y además cabría preguntar por qué no lo han hecho antes: con los gobiernos del Pp, por ejemplo. Por otra parte, tampoco quieren manifestarse en contra de la modificación porque eso sería tanto como admitir la ley tal y como está ahora, algo que, evidentemente, no quieren hacer.
        Puestas así las cosas sólo se entienden los miramientos de un gobierno de izquierdas (¿?) por el deseo de no asustar a parte de su electorado: saben muy bien que parte de él lo componen meapilas, cuyos votos no quieren perder. Si no fuera así, el Gobierno lo tendría muy fácil: haría lo que tuviera que hacer y que la iglesia dijera misa con órgano, con campañas o sin ellas.
        Me llama también la atención que la moral clericalla pretenda apoyarse en manifiestos de científicos e intelektuales: una muestra de debilidad. ¿La fe que predican no se basta por sí misma?

15/3/09

Breves (5)

-La Autoridad advierte que el tabaco puede matar.
-La Autoridad advierte que el automóvil puede matar.
-La Autoridad advierte que la publicidad puede matar.
-...
-La Autoridad advierte que puede matar.

14/3/09

Desayuno con porras

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (V)

Creo haber entendido que hay unas rebajas en las llamadas a móviles, aunque también puede ser que en este continuo mareo de las tarifas de las empresas telefónicas (¡qué tiempos aquellos en que el monopolio de los teléfonos era sólo de una empresa!), para hacernos gastar más, yo lo haya entendido mal; pero, sea como sea, decidí llamar a mi sobrina.

     —Perdona un momento, tío... Ya. Es que me has pillado en una situación muy incómoda para sostener el teléfono; por la calle, con el antebrazo erguido...
     —¡¿Cómo?! Persona tan educada como tú... ¿Acaso le hacías a alguien un corte d...?
     —¡Nooo! Nada que ver con eso: es que me han sacado sangre en el ambulatorio de salud, y estaba entrando en la primera tasca que he visto que anunciaba chocolate con porras, para echarme un desayuno.
     —Nada grave lo de los análisis, espero. Quiero decir nada grave aparte del hecho de haber entrado en la zona de influencia de los matasanos, zona en la que se corre el riesgo de ser abduccido o de la que no es fácil escapar, y lo más probable es que, después de la analítica (como les gusta llamar a los médicos y a sus auxiliares lo que toda la vida se ha llamado “análisis”) te manden esta prueba y la otra, y otra cita, y más revisiones. En fin, ya sabes cómo se las gastan a costa de la salud de uno.
     —Espero no caer bajo la influencia de la secta y que, efectivamente, la gravedad sólo consista en la tabarra de exploraciones y revisiones. Porque los síntomas tampoco parecen muy alarmantes: unos picores aquí y allá y unas como ronchas por todo el cuerpo, y algo me ha adelantado como posibilidad el galeno, o galena, como quieran los feministas. Por cierto, tío Her, ¿tú sabías que tenemos unas cosas que se llaman tras... transasni...
     —Transaminasas. Pero no sólo las mujeres.
     —¡Pues claro, hombre, no sólo las mujeres!: cualquier sexo.
     —Algo de eso llevo oyendo desde hace varios años en la cola de la pescadería a las comadres y jubilados o en los corrillos familiares de la playa. Y hablan mucho de rayos ultraviolentos y de colesteroles, de los que, por lo visto, los hay, como Dios quiere a los hombres, buenos y malos. Y, Lalita, lo que es ya la repanocha: se saben el nombre de antibióticos, antiartríticos y antis diversos, mejor que el apotecario. Pues sí, te decía, las dichosas sustancias que dices las tenemos, según creo, de toda la vida, desde que venimos a este valle de lágrimas, desde niños: es más desde antes, desde fetos y embriones...
     —Perdona que te interrumpa, querido tío, pero lo dices como si estos no fueran ya niños o niños en potencia al menos...
     —¡Mujer!... ¡niños...!: me tendrías que resolver primero el problema de la ‘continuidad’, una cuestión que en otro plano (¿distinto?) ya abordaban teólogos, frailes y obispos con respecto al momento en que el alma se incrusta en el cuerpo, algo en lo que, según creo, no están todos los doctores de acuerdo. Una discusión que los científicos, como brujos modernos de la tribu, mantienen. O que sea imposible y preciso, al mismo tiempo, que el comienzo del ser forme parte de él. O, al revés, la imposibilidad y a la par necesidad de que lo que es ha tenido que empezar a ser en algún momento, aporía sólo superada, por dogma, claro está, por el Ser que se es, que decía Machado; ¿te acordarás de aquello de: “Cuando el Ser que se es hizo la nada ...
     —Bien... ¡para, por favor! Sin ponernos tan trascendentes, querido tío, pero siguiendo un poco con el hilo, que te has embalado y te me estás yendo por las ramas de Úbeda: no sé si te habrás enterado de que los defensores de fetos, con la clericalla a la cabeza, han vuelto a la carga con motivo de unas reformas que quiere hacer el Gobierno de...
     —Vamos, Laly, guapa, como para no enterarse: ni aun yendo uno por la vida con ojos y oídos cerrados, si eso fuera posible, se podría evitar; ni las mismísimas murallas de Jericó resistirían el trompeteo de prensas, televisiones... ¡y blogs! Pero tampoco hay que hacer mucho caso: si lo que pretenden es que no se haga reforma de la ley, implícitamente están aceptando ésta. Y si lo que reclaman es que ninguna mujer pueda abortar en ningún caso, lo tienen crudo, porque para eso llegan con muchos años de retraso, aparte de que es impensable que ningún gobierno vaya a derogar la ley: esto no se lo creen ni los más acérrimos de la derecha ni los mayores energúmenos que tachan a la que aborta de criminal. Bien, y hablando de otras substancias, ¿qué tal el chocolate con porras?
      —Me lo acaban de poner y tiene una pinta que ni te cuento.
    —Envidia me das, condenada; uno que no puede permitirse semejantes manjares.
     —Por la Salud, claro.
     —Exactamente, por los médicos. Nos vemos, preciosa.
     —Salud, tío.

12/3/09

Ayer

Post no apto para conspiranoicos.
Bien, tras el aviso, semejantes calabacines
habrán quedado debidamente ahuyentados, supongo. Estamos pues en familia.
Nada, no hay nada que hacer para convencer a los susodichos. Ellos se han fabricado su propio nido de la verdad con diversos materiales, proporcionados, entre otros, por iluminados periodistas y políticos de la derechona que juegan al mantenella y no enmedalla.
Como con los creyentes de horóscopos, cualquier suceso contribuirá a confirmar la predicción en la mente de los supersticiosos. Cuanta mayor la fe, mayor el grado de acierto.
Como con los paranoicos, cualquier dato que ellos tengan por ocultado o, al revés, que se de a conocer, entrará automáticamente al servicio de su conspiranoia; todo tiene que encajar en su verdad ad hoc, y lo que no sea esto, bien por acción o por omisión, lo considerarán como un ataque a su trinchera. En estas condiciones, mejor dejar que se cuezan en su propia salsa.

9/3/09

Breves (4)

Banca igual a usura del Capital controlada por el Estado, que de esa manera la confirma y sanciona. Así ha sido siempre; no es una práctica nueva. ¿Qué gobierno acabará con ello?

7/3/09

Escarabajo

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (IV)

Acababa de soltar el carrito de la compra cuando sonó el teléfono: al aparato mi sobrina preferida.

    —¡Hola!, que el otro día casi te dejé con la palabra en la boca, tío. Y hablando de viñas: que al salir de un bucle de la autopista ví el coche del adelantador con el techo en el suelo en medio de una y, aunque ya había dado tiempo a que acudieran guardias y sanitarios, aún seguía con las ruedas girando en el aire, como una curiana con las patas para arriba. No quise distraerme mirando pero me pareció ver un bulto cubierto en el suelo: probablemente el de las prisas había llegado a su destino.
    —No irías camino de...
    —Sí, de tu pueblo y de mi madre, que ya desde ese punto se veía el cerro con los once molinos de viento y el castillo...
    —Diez, que uno queda oculto al otro lado de la loma.
    —Un sitio tan querido por tí, cuando niño al menos, y del que me has contado alguna vez.
    —Entonces, ni el castillo ni los molinos estaban en el buen estado actual, que ahora hasta uno muele en alguna fiesta: algunas beneméritas asociaciones se encargaron en los últimos años de reparar castillo y molinos.
    —También recuerdo que me decías que aquel podría ser el sitio en que se le ocurriera a Cervantes el episodio de los gigantes. Yo lo ponía en duda, con el criterio de que el paraje que viera el autor debía de ser más bien llano, y no cuesta arriba, para lanzar al galope a Rocinante, y, además, que los molinos eran en número de treinta o cuarenta.
    —Sí, Laly, no son argumentos concluyentes pero puede que tengas razón. En cualquier caso, es el cerro un mirador privilegiado desde donde se contempla hasta perderse de vista, aparte del pueblo a los pies, con el río (mejor dicho, con su cauce, puesto que sólo corre agua en épocas de lluvia), que lo divide en dos, campos de cereales, olivares, viñas...
    —Bueno bueno, ya veo que te ha salido la vena patriótica y...
    —De patriótica nada, es más bien...
    —...sinato ...stillo ...manifes...ción
    —¿Qué has dicho, tío Her?
    —No, no he sido yo: ha sido la tele, que estaba puesta como en sordina y de repente se ha subido el volumen.
    —¡Ah, claro! Y están hablando de...
    —A ver de qué, si no: de lo que los medios llevan desde hace varios días obteniendo pábulo para entretenimiento de las masas, que a su vez sostienen el espectáculo. Pero en fin, Lalita, preciosa, te voy a tener que dejar porque Perro está pidiendo que lo saque, que ya no se aguanta más.
    —¡Pero, tío, últimamente eres una caja de sorpresas!: no me digas que ahora tienes...
    —No, no: ya te contaré. O revuar.
    —Besitos. Adiós. Llámame.

5/3/09

Su salud es la nuestra

O, más acorde con el habitual tuteo de la publicidad,
y de paso se evitaría la ambigüedad del ‘su’, Tu salud es la nuestra. Este podría ser el eslogan de las compañías médicas dedicadas al negocio de la salud, es decir de la enfermedad, tipo, digamos, Adeslitas, Saneslas, etc.
Tales compañías, nacidas al amparo del liberalismo económico (se hace negocio de lo que haga falta en nombre de la sagrada libertad económica), son las primeras interesadas en que la sanidad pública funcione mal, algo en lo que los gobiernos de los estatículos autonómicos colaboran en cuanto tienen ocasión, en especial los regidos por la derecha, pues, mal que bien y a trancas y barrancas, aún la izquierda (o sedicente izquierda, más bien) mantiene la querencia, o prejuicio, si se quiere, a favor de la sanidad pública (¿rémora del pasado a punto de fenecer?).
Por otra parte, a estas empresas, como no podía ser de otra forma, la salud como tal les importa un pito. De hecho no son empresas que tengan su propio cuadro médico y sus empleados, sino que, en gran medida, son estructuras burocráticas que lo que tienen son contratos con clínicas privadas, y médicos, que a su vez tendrán subcontratos, a las que pagan según los servicios que prestan a los asegurados. Es decir, la clínica (o médico, dentista por ejemplo) presta el servicio en forma de pruebas médicas, operaciones quirúrgicas, etc. y le pasa la factura a la compañia correspondiente.
A este respecto conozco dos casos semejantes, con diferentes clínicas, que reflejan el negociazo de la medicina privada. Uno fue con ocasión de una intervención quirúrgica que no requería anestesia general sino local, como, efectivamente, así se hizo en su momento la operación. Sin embargo, el cirujano, al entregarle al paciente el volante que previamente a la operación tenía que sellar en las oficinas de la sociedad, había consignado, además de la intervención que se iba a llevar a cabo, 'anestesia general'. El otro caso es muy parecido, sólo que en vez de tratarse de una intervención con anestesia se trataba de una prueba exploratoria que ni siquiera requería anestesia local sino una simple sedación, haciendo constar en el volante anestesia general. ¿Qué significa esto? Pues que la clínica en los dos casos cargaba a las compañías médicas por un servicio que no había prestado. Se podrá pensar que esta práctica va en contra de las compañías, pero sería ingenuo, porque lo que es evidente es que, de una forma o de otra, acaba repercutiendo en el precio de la póliza de los asegurados.