7/3/09

Escarabajo

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (IV)

Acababa de soltar el carrito de la compra cuando sonó el teléfono: al aparato mi sobrina preferida.

    —¡Hola!, que el otro día casi te dejé con la palabra en la boca, tío. Y hablando de viñas: que al salir de un bucle de la autopista ví el coche del adelantador con el techo en el suelo en medio de una y, aunque ya había dado tiempo a que acudieran guardias y sanitarios, aún seguía con las ruedas girando en el aire, como una curiana con las patas para arriba. No quise distraerme mirando pero me pareció ver un bulto cubierto en el suelo: probablemente el de las prisas había llegado a su destino.
    —No irías camino de...
    —Sí, de tu pueblo y de mi madre, que ya desde ese punto se veía el cerro con los once molinos de viento y el castillo...
    —Diez, que uno queda oculto al otro lado de la loma.
    —Un sitio tan querido por tí, cuando niño al menos, y del que me has contado alguna vez.
    —Entonces, ni el castillo ni los molinos estaban en el buen estado actual, que ahora hasta uno muele en alguna fiesta: algunas beneméritas asociaciones se encargaron en los últimos años de reparar castillo y molinos.
    —También recuerdo que me decías que aquel podría ser el sitio en que se le ocurriera a Cervantes el episodio de los gigantes. Yo lo ponía en duda, con el criterio de que el paraje que viera el autor debía de ser más bien llano, y no cuesta arriba, para lanzar al galope a Rocinante, y, además, que los molinos eran en número de treinta o cuarenta.
    —Sí, Laly, no son argumentos concluyentes pero puede que tengas razón. En cualquier caso, es el cerro un mirador privilegiado desde donde se contempla hasta perderse de vista, aparte del pueblo a los pies, con el río (mejor dicho, con su cauce, puesto que sólo corre agua en épocas de lluvia), que lo divide en dos, campos de cereales, olivares, viñas...
    —Bueno bueno, ya veo que te ha salido la vena patriótica y...
    —De patriótica nada, es más bien...
    —...sinato ...stillo ...manifes...ción
    —¿Qué has dicho, tío Her?
    —No, no he sido yo: ha sido la tele, que estaba puesta como en sordina y de repente se ha subido el volumen.
    —¡Ah, claro! Y están hablando de...
    —A ver de qué, si no: de lo que los medios llevan desde hace varios días obteniendo pábulo para entretenimiento de las masas, que a su vez sostienen el espectáculo. Pero en fin, Lalita, preciosa, te voy a tener que dejar porque Perro está pidiendo que lo saque, que ya no se aguanta más.
    —¡Pero, tío, últimamente eres una caja de sorpresas!: no me digas que ahora tienes...
    —No, no: ya te contaré. O revuar.
    —Besitos. Adiós. Llámame.

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