14/3/09

Desayuno con porras

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (V)

Creo haber entendido que hay unas rebajas en las llamadas a móviles, aunque también puede ser que en este continuo mareo de las tarifas de las empresas telefónicas (¡qué tiempos aquellos en que el monopolio de los teléfonos era sólo de una empresa!), para hacernos gastar más, yo lo haya entendido mal; pero, sea como sea, decidí llamar a mi sobrina.

     —Perdona un momento, tío... Ya. Es que me has pillado en una situación muy incómoda para sostener el teléfono; por la calle, con el antebrazo erguido...
     —¡¿Cómo?! Persona tan educada como tú... ¿Acaso le hacías a alguien un corte d...?
     —¡Nooo! Nada que ver con eso: es que me han sacado sangre en el ambulatorio de salud, y estaba entrando en la primera tasca que he visto que anunciaba chocolate con porras, para echarme un desayuno.
     —Nada grave lo de los análisis, espero. Quiero decir nada grave aparte del hecho de haber entrado en la zona de influencia de los matasanos, zona en la que se corre el riesgo de ser abduccido o de la que no es fácil escapar, y lo más probable es que, después de la analítica (como les gusta llamar a los médicos y a sus auxiliares lo que toda la vida se ha llamado “análisis”) te manden esta prueba y la otra, y otra cita, y más revisiones. En fin, ya sabes cómo se las gastan a costa de la salud de uno.
     —Espero no caer bajo la influencia de la secta y que, efectivamente, la gravedad sólo consista en la tabarra de exploraciones y revisiones. Porque los síntomas tampoco parecen muy alarmantes: unos picores aquí y allá y unas como ronchas por todo el cuerpo, y algo me ha adelantado como posibilidad el galeno, o galena, como quieran los feministas. Por cierto, tío Her, ¿tú sabías que tenemos unas cosas que se llaman tras... transasni...
     —Transaminasas. Pero no sólo las mujeres.
     —¡Pues claro, hombre, no sólo las mujeres!: cualquier sexo.
     —Algo de eso llevo oyendo desde hace varios años en la cola de la pescadería a las comadres y jubilados o en los corrillos familiares de la playa. Y hablan mucho de rayos ultraviolentos y de colesteroles, de los que, por lo visto, los hay, como Dios quiere a los hombres, buenos y malos. Y, Lalita, lo que es ya la repanocha: se saben el nombre de antibióticos, antiartríticos y antis diversos, mejor que el apotecario. Pues sí, te decía, las dichosas sustancias que dices las tenemos, según creo, de toda la vida, desde que venimos a este valle de lágrimas, desde niños: es más desde antes, desde fetos y embriones...
     —Perdona que te interrumpa, querido tío, pero lo dices como si estos no fueran ya niños o niños en potencia al menos...
     —¡Mujer!... ¡niños...!: me tendrías que resolver primero el problema de la ‘continuidad’, una cuestión que en otro plano (¿distinto?) ya abordaban teólogos, frailes y obispos con respecto al momento en que el alma se incrusta en el cuerpo, algo en lo que, según creo, no están todos los doctores de acuerdo. Una discusión que los científicos, como brujos modernos de la tribu, mantienen. O que sea imposible y preciso, al mismo tiempo, que el comienzo del ser forme parte de él. O, al revés, la imposibilidad y a la par necesidad de que lo que es ha tenido que empezar a ser en algún momento, aporía sólo superada, por dogma, claro está, por el Ser que se es, que decía Machado; ¿te acordarás de aquello de: “Cuando el Ser que se es hizo la nada ...
     —Bien... ¡para, por favor! Sin ponernos tan trascendentes, querido tío, pero siguiendo un poco con el hilo, que te has embalado y te me estás yendo por las ramas de Úbeda: no sé si te habrás enterado de que los defensores de fetos, con la clericalla a la cabeza, han vuelto a la carga con motivo de unas reformas que quiere hacer el Gobierno de...
     —Vamos, Laly, guapa, como para no enterarse: ni aun yendo uno por la vida con ojos y oídos cerrados, si eso fuera posible, se podría evitar; ni las mismísimas murallas de Jericó resistirían el trompeteo de prensas, televisiones... ¡y blogs! Pero tampoco hay que hacer mucho caso: si lo que pretenden es que no se haga reforma de la ley, implícitamente están aceptando ésta. Y si lo que reclaman es que ninguna mujer pueda abortar en ningún caso, lo tienen crudo, porque para eso llegan con muchos años de retraso, aparte de que es impensable que ningún gobierno vaya a derogar la ley: esto no se lo creen ni los más acérrimos de la derecha ni los mayores energúmenos que tachan a la que aborta de criminal. Bien, y hablando de otras substancias, ¿qué tal el chocolate con porras?
      —Me lo acaban de poner y tiene una pinta que ni te cuento.
    —Envidia me das, condenada; uno que no puede permitirse semejantes manjares.
     —Por la Salud, claro.
     —Exactamente, por los médicos. Nos vemos, preciosa.
     —Salud, tío.

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