4/5/11

Danza de la muerte

Revista de prensa

Hacía tiempo que no entraba en el blog de Antonio Muñoz Molina. Hoy, apenas si había terminado de copiar aquí el artículo de Elvira Lindo, lo he hecho y, ¡oh casualidad!, me he encontrado con el de ayer de AMM, titulado Danza de la muerte, "que trata de lo que verá el que lo leyere".

«Qué inmundicia, celebrar a gritos la muerte de alguien, quien sea, el mayor asesino. Estaba anoche trabajando junto a la ventana y me extrañaron las voces que clamaban cerca, muy pocas, desde luego, borradas en seguida. Me hizo pensar con extrañaza en una celebración deportiva española, bastante desmayada. Volvió el silencio de la noche de domingo y yo seguí trabajando. Luego llegó Elvira y me contó la noticia.

No recuerdo haberme alegrado ni con la muerte de Franco. No entendía a esas personas que guardaban en la nevera botellas de champán. Habríamos tenido motivo para celebrar si hubiéramos derribado la dictadura. Qué mérito había en esperar que la muerte hiciera su trabajo terrible en el cuerpo de un anciano traspasado de tubos, inundado de hemorragias internas. No me gusta ver las fotos de Mussolini colgado boca abajo junto a Clara Petacci, como dos cerdos después de la matanza. En vez de cebarse con esos dos cadáveres los italianos podrían haber vitoreado algo menos al dictador cuando estaba vivo. La prueba suprema de la vileza de los terroristas de la ETA era el modo en que celebraban en la cárcel los asesinatos que seguían cometiendo sus secuaces, o las pintadas macabras con que profanaban y no sé si seguirán profanando las tumbas de sus víctimas. Qué inhumana grosería, gritar viva la muerte. He conocido a personas que han participado en guerras, que han luchado en la resistencia contra los nazis. Ninguna de ellas se enorgullecía de haber tenido que matar. Me acuerdo de aquel discurso de Azaña, en medio de la guerra española, cuando dijo que ganara quien ganara nadie tendría motivo para celebrar ninguna victoria, después de tanto sufrimiento y destrucción. Los cazadores primitivos daban las gracias y pedían perdón al animal al que acababan de matar, porque de él dependía su subsistencia».

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