10/10/08

Una de *metereología

Se habla mucho, desde hace ya varios años,
del ‘tiempo meteorológico’ (metereológico, como he oído decir incluso a meteorólogos —antes conocidos como los hombres del tiempo). En efecto, no hay telediario o semejante televisivo que no es ya sólo que incluya este tipo de información, que siempre la ha habido, sino que lo hace en lugar destacado, incluso preferente si ha habido cualquier catástrofe de las llamadas “naturales”, en cuyo caso la información meteorológica salta al primer plano del noticiario.
Por supuesto, en la radio, que sólo oigo cuando no lo puedo evitar, en los viajes en autobús, por ejemplo, en los que no hay forma de librarse, porque al conductor así le suele apetecer, salvo cuando éste cambia ‘radio’ por ‘video’ y te coloca una peliculita, a la que si no quieres no miras pero de cuyo sonido no te puedes librar. En la radio, decía, supongo que ocurrirá tres cuartos de lo mismo. De hecho, en el último viaje en autobús (¡once horas!) se podía oir cada dos por tres al locutor la información del tiempo, en un mezcla insoportable de noticias, chismorreos, llamadas de los oyentes (con las que hacen la mayor parte de los espacios), musiquitas y, ¡¿cómo no?!, la omnipresente y machacona publicidad.
Aparte de la abundacia de información banal y superflua que caracteriza a la época, no se me ocurre qué razón puede haber para tal saturación climática que no sea la de que cada vez nos podemos permitir menos ni la más pequeña incertidumbre: nos pirra lo previsto, que nada quede al azar ni aun para salir al supermecado de la esquina. Nada de sorpresas ni sobresaltos, que todo quede atado y asegurado. En definitiva que, paradójicamente, en unos tiempos en los que tanto se habla de ‘futuro’, se hace todo lo posible por conjurarlo. Por cierto que creo que algo tiene que ver con el asunto del tiempo, en el sentido de aseguramiento del futuro, el de los seguros, que tanto proliferan para prevenir cualquier contingencia en la que a las aseguradoras les parezca que haya negocio. Pero en fin, quede esta historia para otro día.

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