12/8/08

De locutores, Verne, el tiempo...

Esta tarde, mientras tomaba en el bar
mi habitual café con yelo (cofi on de ros) para aliviar estas calores, me ha empezado a subir la temperatura cuando he oído a un periodista deportivo (la competición entre naciones, allá por la China, en donde nos llevan ¿seis? horas de adelanto —por cierto: ¿cómo podrá ser eso? Claro que así pudo ganar su apuesta Phileas Fogg, acompañado de su criado Picaporte, viajando al encuentro del sol—, una competición que no tiene nada que ver con la política... aguarde un momento, por favor: una pausa... sí, ya estoy de vuelta. Es que al escribir la frase anterior me ha entrado la risa y he tenido que parar. Pero ya me salgo del paréntesis y sigo), decía que había oído a un parla declarar que “[fulano] ha realizado un crono de [no sé cuantos]”. ¿No es para que le suba a uno la temperatura?
¿Cómo es posible tragarse horas y horas de publicidad televisada para oir semejantes chorradas? Yo, a pesar de las miles de modalidades deportivas, no soy aficionado a ninguna (aunque algunas las deteste especialmente, como las carreras de coches y de amotos. ¿Las hay ya de esa moderna barbarie que son los cuatros?) y me puedo permitir grabar las películas que me interesen y, al verlas, darle al botón para cepillarme la publicidad. ¿Pero cómo se puede grabar un encuentro deportivo para verlo después conociendo el resultado? Infumable. ¿Cómo es posible rendir pleitesía al tiempo y a la velocidad, tragándose todas esas paparruchas de las milésimas de segundo y, además, con semejante jerga?

No hay comentarios: