15/1/10

Haitiada

De vez en cuando surge la clásica cuestión de la explicación del mal, cuestión que se suele plantear astutamente (¿?) como para poner en entredicho la existencia de Dios. Algo como: "Si Dios existe, ¿por qué consiente... ?" En esta ocasión ha sido como consecuencia de la catástrofe en Haití ("el país más pobre de América", dicen con orgullo los audaces reporteros), y el encargado de plantearla, al menos por estos pagos, de meterle los dedos en la boca al entrevistado, ha sido, según he entendido, un parla del arradio, y el encargado de responderla, un obispo.
         La Iglesia (católica, por supuesto, y no se si las religiones en general), que tiene respuesta para todo (incluso para el "sentido de la vida". Pero "Life is a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing", Macbeth), suele dar la de que el mal trae causa del pecado.
         Pero en este caso concreto, al obispo en cuestión, esa respuesta de manual, de doctrina, le ha debido de parecer que sería —y lo hubiera sido— convertir a las víctimas en culpables, algo tan escandaloso que optó por salirse por la tangente y contestar con los romanos cuando le preguntaron por los griegos, alegando que hay males mayores, sea cual sea el contexto que haya querido luego fabricar para justificar su metedura de pata.
         Por otra parte, la cuestión así planteada, por mucho que crean los que lo hacen que meten a la Iglesia en un aprieto, es una ingenuidad, porque la cuestión fuerte no es si Dios existe (pues muy bien, pues que exista), sino si, existiendo, es bueno. Y mientras a la religión le planteen la cuestión de la existencia, se sentirá más bien cómoda, no tanto como si se pretende poner en entredicho la bondad divina.

Artículo relacionado:
Escarnio a las víctimas

No hay comentarios: