26/9/08

Azúcar, azúcar

Hace muchos años, cuando yo era pequeño
y me mandaban a la tienda a comprar algo, para que no se me olvidara iba repitiendo el encargo por el camino. Por ejemplo: azúcar, azúcar, un kilo de azúcar... Lo que me ocurría a veces es que, de tanto repetir el nombre, la palabra había perdido sentido, de manera que al tratar de enhebrarla en la frase para hacerle el pedido al tendero, no era capaz o me tenía que esforzar.
Me ha venido esto a la memoria cuando he oído por enésima vez la cantinela: “El presunto asesino...”. Y es que los medios, sobre todo los televisivos, no paran de repetir lo de “presunto”: no (ya se entiende) porque quieran salvar la obligada, como no podría ser de otra manera, presunción de inocencia del aludido, que les importa un pito y que se encargan de hacer papilla con el asqueroso agobio de cámaras y micrófonos, sino para curarse en salud y ponerse a cubierto de cualquier denuncia. Pues bien, a mí se me parece que (pero es algo muy subjetivo, que conste), precisamente por la repetición del adjetivo, lo que termina oyéndose y quedando en la conciencia de quien lo oye es casi únicamente el sustantivo: ‘asesino’ o ‘ladrón’ o ‘terrorista’... o lo que sea. Si yo estuviera en lo cierto, los medios estarían haciendo justamente lo contrario de lo que deberían, que no es sino respetar escrupulosamente la presunción de inocencia. Más todavía: a veces he llegado a pensar que es un truco para tachar a alguien de lo que se le quiera tachar anteponiendo el dichoso ‘presunto’.

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