21/8/11

Pobre iglesia, ¡El circo Ratzinger ha llegado a esta ciudad! o Colar el mosquito y tragarse el camello

Se han centrado estos días de estancia de Benedicto XVI los críticos de la visita en el asunto del dinero, en la queja de que se haya pagado con dinero público, que le llaman, con la correspondiente negativa, debida y puntualmente recogida por los medios, de autoridades por doquier: civiles —ministros incluidos—, eclesiales y militares, de que haya sido así, con juego de conceptos incluido, como, por ejemplo, el de la ínclita concejal del Ayuntamiento madrileño doña Ana Botella, quien aseguró que los fastos —lo de los "fastos", claro, no lo dijo ella, lo digo yo— no había tenido coste monetario ninguno (cursiva mía). Todo esto, el que no haya costado ni un céntimo al erario público, no hay dios que se lo crea, y nunca mejor dicho. Adornarán como quieran, manipularán los conceptos, las palabras y las cifras como les dé la gana para no pasar por mentirosos, pero que todo esto, de una forma o de otra nos ha costado a todos una pasta... no creo que pueda haber dudas. Ahora bien, el coste de la función circense ratzigeriana sería sólo un añadido de lo que anualmente el estado le da a la iglesia a través de los presupuestos.
            Pero, siendo la cuestión del gasto pagado con dinero público escandalosa —además de otros escándalos colaterales como el de la pleitesía rendida al Pontífice por las autoridades gubernamentales y similares; o como el de la represión policial, franquista, contra manifestantes antiPapa; o como el de la ocupación y trastorno de una ciudad sólo porque el circo de estética filofascista de los peregrinos (de lujo) ha llegado a ella; o como la vergonzosa, por extensa y exhaustiva, cobertura del evento por parte de la televisión nacional; y en fin, de alguno más que es muy probable que se me olvide. Siendo, como decía, escandalosa la cuestión dineraria, lo más escandaloso, sobre todo para un cristiano, pero que, sin embargo, más desapercibido ha pasado, ha sido la necesidad publicitaria de su fe que muestra la iglesia con estos circos propagandísticos. Debería bastarles la fe en la verdad de lo que predican. Pero no, necesitan de la propaganda ahora más que nunca que se les van vaciando los templos y, sobre todo, los seminarios. Ahora que pasaron los tiempos de la imposición de la fe a sangre y fuego, y que tampoco les basta con influir en la fuerza constrictiva de las leyes que pretenden a su favor y con sus criterios, ahora tienen que recurrir al más puro ejercicio de mercaderes por medio de espectáculos publicitarios como el que ya termina, necesidad de espectáculos que ya vió venir Wojtyla, y que el actual sedicente sucesor de Pedro ha continuado. Y lo peor de este ejercicio de mercadería como necesidad de la fe católica es que ha quedado oculto por la polémica a que hacía referencia al principio, el del coste de la monada de las juventudes ratzingerianas. Ha debido Ratzinger felicitarse y regocijarse interiormente porque el escándalo de la necesidad de propaganda quedara oculto por el escándalo del dinero. En fin, ¡pobre iglesia!, tan necesitada de espectáculos de masas para mantener su fe.

P. S. ¡Dios qué empacho de papa! Desde donde vivo, debe de haber por lo menos cuatro kms. hasta Cuatro Vientos, se oye muchos ratos, desde más o menos las ocho y media, supongo que según la dirección del viento, la función, o su ensayo no sé, de hoy, además de los vigilantes helicópteros que pasan de vez en cuando. Y todo esta matraca papal para que le salgan una docena de vocaciones, una mínima parte de países europeos, y unos cuantos fieles se tomen en serio la confesión. Repito: ¡Pobre iglesia, lo que tiene que hacer para conservar el rebaño!

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