17/2/09

Retomando el hilo

Conversaciones de Herminio con su sobrina Laly (II)

Tras un rato con Vida y destino entre manos empiezo a dar cabezadas cuando suena el teléfono y después de unos segundos al otro lado de voz como entrecortada, en síncopes, ya se sabe, procedente de un portátil, al fin consigo hilar algo.

    —... yo... ...nio... ... Que se cortó el otro día, tío.
    —Vaya, sobrina, dichosos los ojos que te ven. ¿Qué pasó? ¿Entraste en algún agujero negro al que las ondas no llegaban?
    —Negro, lo que se dice negro, no se puede llamar porque está todo iluminado con neones, pero sí lo es en otro sentido: uno de esos subterráneos a los que el Ayuntamiento nos obliga a bajar para cruzar una calle y así facilitar el tránstito de los cochecitos y que pueda decir el concejal, o el alcalde, si se tercia, que eso les hace mucho tilín, que la velocidad de circulación ha aumentado en la ciudad en el último año en 0,001 km. por hora.
    —Cuando la semana pasada, a consecuencia, ya veo, del atentado que me cuentas dejé de oír tu redicha voz, me disponía a darte la dirección...
    —Ya, ya. Pero no me ha hecho falta: mi viejo tiene pecé y, con su permiso, me puse a buscar hasta que dí contigo.
    —¿Y?
    —¿Me permites?
    —Adelante, valiente.
    —Pues lo que ya me temía: que, una de dos: o dices lo que ya lo está una y mil veces o aciertas a decir algo nuevo. Si lo primero, ¿para qué sirve? Y si lo segundo, ¿tú te crees que entre toda la barahúnda de información, que no paran, va a servir para algo lo que digas? (servir, se entiende, no para sostén de la publicidad en el medio en que te has metido ni para entretenimiento de aburrridos).
    —¡Joer, tía!, digo sobrina. Me acabas de echar no un jarro sino un bidón de agua fría.
    —Pero tu me habías pedido...
    —Sí, sí. Y además hasta puede que tengas razón en el rapapolvo, y que esté haciendo o dejando de hacer todo eso que me dices. Pero en mi descargo te diré que a lo mejor termino con esta historia cuando el chisme que manejo ahora se averíe (de hecho ya lo he llevado una vez a la clínica —60 euros, probablemente por nada) o quede desahuciado por los avances que nos quieren ir colocando (ya sabes: lo de la “obsolescencia programada”, un ladronicio muy bien montado con todas las de la ley). De modo que, querida Laly, ya hablaremos...
    —Espera, espera, tío, no corras tanto que algo tengo que decirte sobre el contexto en el que te mueves, porque lo que yo no sabía es que tu blog formara parte de una comunidad, ¿se llama así?, y en esta en concreto hay cada elemento... Si hasta me ha parecido ver una especie de disputa de pareja o algo así. Pero de esto...
    —Sí dime... dime... ¿Lalita?... Oye...

Nada, comunicación cortada. Esta vez ¿qué habrá ocurrido? ¿Otro agujero negro? ¿Que se habrá terminado el saldo?

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