En España (iba a haber escrito 'este país', pero no lo he hecho para evitar que patriotas se me tiren a la yugular. Así es que 'España') se ha invocado a veces la conciencia como instancia inapelable, soberana, para dejar de cumplir una ley o, lo que viene a ser lo mismo, pretender el objetor que la ley que va contra su conciencia no le obliga.
Pues bien, me estoy pensando que en este país tan concienciado, que incluso ve con simpatía esa suerte de cristalización del individualismo más radical, voy a escribir, si nadie me lo impide, en cuanto termine este apunte, al Ministro de la cosa correspondiente para comunicarle que yo, por motivos de conciencia, no pienso soltar ni un céntimo a través de los impuestos para pagar la compra de automóviles, y para que el susodicho Ministro, a su vez, me diga cómo vamos a hacer efectiva mi sacrosanta decisión.
Así es que, ¡por favor!, que alguien me sujete los dedos o me desenchufe el ordenador y me impida escribir, porque si no la voy a liar muy gorda. Si lee usted esto, Ministro, avisado queda.
Pues bien, me estoy pensando que en este país tan concienciado, que incluso ve con simpatía esa suerte de cristalización del individualismo más radical, voy a escribir, si nadie me lo impide, en cuanto termine este apunte, al Ministro de la cosa correspondiente para comunicarle que yo, por motivos de conciencia, no pienso soltar ni un céntimo a través de los impuestos para pagar la compra de automóviles, y para que el susodicho Ministro, a su vez, me diga cómo vamos a hacer efectiva mi sacrosanta decisión.
Así es que, ¡por favor!, que alguien me sujete los dedos o me desenchufe el ordenador y me impida escribir, porque si no la voy a liar muy gorda. Si lee usted esto, Ministro, avisado queda.
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