—Dime, tío... ¡Dime!
—... ¡Ah!, hola, Laly. Es que aún no me he acostumbrado a que cuando me contestan al teléfono se dirijan a mí sabiendo quien llama antes de hablar. ¡Puñetas de tecnologías! Hasta hace unos años se contestaba con un "¡dígame!", sin saber, por supuesto, quien llamaba. De ahí se pasó al seco "¡si!" Y hasta al actual, por los aparatos con ventanita: "¡dime!"
—Bien por el recorrido histórico, tío Herminio. Y tiene sus ventajas lo que dices porque si no quieres no contestas, algo que he acabado practicando últimamente con algunos números que ya conocía y que me llaman para ofrecerme las últimas maravillas de sus productos o para informarme de que me ha correspondido ("para usted y un acompañante") un viaje a las Chimbambas a condición de que yo llame a... en fin seguro que ya conoces las triquiñuelas.
—Sí, pero yo soy muy expeditivo. Antes aguantaba sus rollos pacientemente hasta que veía el momento de cortar, rollos durante los cuales me restregaban el nombre propio, me hermineaban a cascaporro ("don Herminio, esto", "don Herminio, lo otro") o me caballereaban si no sabían mi nombre ("caballero... "): un truco probablemente aprendido en alguna escuela de 'psicología del comercio', ("especialistas en tí"). Ahora sus asaltos no me duran ni cinco segundos: enseguida los calo y corto con un "gracias, no me interesa" o algo por el estilo.
—Seguramente en muchos casos nos perderemos valiosísimas informaciones...
—De 'informaciones' precisamente no andamos escasos: si por algo se caracteriza este tiempo es por la información, en concomitancia y complicidad con los modos y modas actuales del Capital, ya sabes, eterno: a todas horas, en todas partes y por los medios más diversos...
—Eso del 'Capital', tío Her, una antigualla ¿no?, ahora se dice...
—Claro, no has leído el articulito del otro día en que se hacía alusión a eso, trayendo a colación los versillos de don Antonio: Ya se oyen palabras viejas. / Pues aguzad las orejas. Bien. Te decía de la información, y no me refiero sólo a la barahúnda informativa de noticias y chinchorreos que vomitan a carretones emisoras, televisiones y periódicos, sino a la información, pudiéramos llamar callejera (con la que te das de narices quieras que no), de (y te hago sólo una breve enumeración): vallas comerciales (entre las que hay que incluir, ¡¿cómo no?!, las de las obras municipales, estatales y estatículos regionales, junto a las que aparecen, las de la empresa constructora); señales circulatorias; pantallas a toda pastilla en el Metro; buzones atascados con propaganda, bien en forma de pasquines, bien en forma de periódico municipal que sirve de propaganda al Ayuntamiento de turno, o bien como guía publicitaria disfrazada de noticiario, del estilo de éste al que servimos de sostén...
—Ibas a ser breve...
—Perdona, Lalita, tienes razón.
—Y,además, estoy entrando en el Gran Centro Comercial en dónde no sé si podremos seguir la charleta.
—Preciosa, buen sitio: ahí no te va a faltar información.
—Gud bay, tiíto.
Le iba a haber propuesto a mi sobrina un grito revolucionario, pero no me ha dado tiempo, tal es la prisa que parecía llevar por meterse en el antro, lema muy apropiado para éste:
—... ¡Ah!, hola, Laly. Es que aún no me he acostumbrado a que cuando me contestan al teléfono se dirijan a mí sabiendo quien llama antes de hablar. ¡Puñetas de tecnologías! Hasta hace unos años se contestaba con un "¡dígame!", sin saber, por supuesto, quien llamaba. De ahí se pasó al seco "¡si!" Y hasta al actual, por los aparatos con ventanita: "¡dime!"
—Bien por el recorrido histórico, tío Herminio. Y tiene sus ventajas lo que dices porque si no quieres no contestas, algo que he acabado practicando últimamente con algunos números que ya conocía y que me llaman para ofrecerme las últimas maravillas de sus productos o para informarme de que me ha correspondido ("para usted y un acompañante") un viaje a las Chimbambas a condición de que yo llame a... en fin seguro que ya conoces las triquiñuelas.
—Sí, pero yo soy muy expeditivo. Antes aguantaba sus rollos pacientemente hasta que veía el momento de cortar, rollos durante los cuales me restregaban el nombre propio, me hermineaban a cascaporro ("don Herminio, esto", "don Herminio, lo otro") o me caballereaban si no sabían mi nombre ("caballero... "): un truco probablemente aprendido en alguna escuela de 'psicología del comercio', ("especialistas en tí"). Ahora sus asaltos no me duran ni cinco segundos: enseguida los calo y corto con un "gracias, no me interesa" o algo por el estilo.
—Seguramente en muchos casos nos perderemos valiosísimas informaciones...
—De 'informaciones' precisamente no andamos escasos: si por algo se caracteriza este tiempo es por la información, en concomitancia y complicidad con los modos y modas actuales del Capital, ya sabes, eterno: a todas horas, en todas partes y por los medios más diversos...
—Eso del 'Capital', tío Her, una antigualla ¿no?, ahora se dice...
—Claro, no has leído el articulito del otro día en que se hacía alusión a eso, trayendo a colación los versillos de don Antonio: Ya se oyen palabras viejas. / Pues aguzad las orejas. Bien. Te decía de la información, y no me refiero sólo a la barahúnda informativa de noticias y chinchorreos que vomitan a carretones emisoras, televisiones y periódicos, sino a la información, pudiéramos llamar callejera (con la que te das de narices quieras que no), de (y te hago sólo una breve enumeración): vallas comerciales (entre las que hay que incluir, ¡¿cómo no?!, las de las obras municipales, estatales y estatículos regionales, junto a las que aparecen, las de la empresa constructora); señales circulatorias; pantallas a toda pastilla en el Metro; buzones atascados con propaganda, bien en forma de pasquines, bien en forma de periódico municipal que sirve de propaganda al Ayuntamiento de turno, o bien como guía publicitaria disfrazada de noticiario, del estilo de éste al que servimos de sostén...
—Ibas a ser breve...
—Perdona, Lalita, tienes razón.
—Y,además, estoy entrando en el Gran Centro Comercial en dónde no sé si podremos seguir la charleta.
—Preciosa, buen sitio: ahí no te va a faltar información.
—Gud bay, tiíto.
Le iba a haber propuesto a mi sobrina un grito revolucionario, pero no me ha dado tiempo, tal es la prisa que parecía llevar por meterse en el antro, lema muy apropiado para éste:
Nota del editor: versos de Machado en Nuevas canciones
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