L’Argent n’a pas de Maître
Que nadie se encalabrine por el término algo tremebundo del título (¿anticuado?: mas —Ya se oyen palabras viejas. / —Pues aguzad las orejas.), pero ¿qué iba a decir?: ¿el ‘Sistema’?; me da un poco la risa floja.
El caso es que el Capital necesita sus acomodos —ajustes— periódicos para sobrevi- vir (unas ruinas empresariales por aquí, unos miles de despidos por allá...), de lo que en los últimos meses estamos teniendo muestras con eso a lo que sumaria y tontamente denominamos “crisis”, que para ser tal ya dura mucho, puesto que ‘crisis’ alude a algo momentáneo, puntual, diría un periodista o un prócer de la política o de la empresa.
Más bien tiendo a pensar que el Capital, tras haber dejado en el camino numerosas víctimas privando a mucha gente de su medio de vida o llevándola a la ruina hipotecaria, y aumentando las desigualdades, empieza a encontrar sus nuevos métodos para perpetuarse.
No es posible mantener indefinidamente engañifas tales como: la antigualla del automóvil, con más de un siglo, que había que cambiar cada cinco años; los trasiegos turísticos sin parar, cuanto más lejos y más costosos mejor, haciendo el gilipollas con la cámara de vídeo; los churrascos de la quincena veraniega en la playa —bueno, en los últimos años creo que se optaba por la “semanita”—; y, sobre todo, la construcción sin tasa, desde que se empezó a construir, es decir destruir, la costa con el desarrollismo de aquellos ministros opus meapilas de hace 50 años, hasta los tiempos democráticos en los que se ha hecho hasta en los parques (en mi ciudad, botón de muestra, se está construyendo como 1/3 de un parque por aquello de la Cultura, y porque, ¡vive Dios, hay que dar trabajo!).
¿Iban a durar todos estos cuentos, y muchos más, indefinidamente?
(Según terminaba de escribir el presente comentario leo en la portada del periódico que “Grandes cocineros crean menús más asequibles”. Otra tomadura de pelo: la de los restaurantes carísimos para ricachones).
Llega un momento en que la publicidad y la televisión, firmes aliadas del Capital, no pueden exprimir más a las masas, y hay que cambiar y buscar nuevos embelecos y, sobre todo, no hay que permitir que la gente caiga en la cuenta de vivir modestamente: sería la rüina del Dinero. Y tratando de encontrar el nuevo acomodo es en la que el Capital anda. ¿La crisis, dice usted? Llámelo como quiera.
El caso es que el Capital necesita sus acomodos —ajustes— periódicos para sobrevi- vir (unas ruinas empresariales por aquí, unos miles de despidos por allá...), de lo que en los últimos meses estamos teniendo muestras con eso a lo que sumaria y tontamente denominamos “crisis”, que para ser tal ya dura mucho, puesto que ‘crisis’ alude a algo momentáneo, puntual, diría un periodista o un prócer de la política o de la empresa.
Más bien tiendo a pensar que el Capital, tras haber dejado en el camino numerosas víctimas privando a mucha gente de su medio de vida o llevándola a la ruina hipotecaria, y aumentando las desigualdades, empieza a encontrar sus nuevos métodos para perpetuarse.
No es posible mantener indefinidamente engañifas tales como: la antigualla del automóvil, con más de un siglo, que había que cambiar cada cinco años; los trasiegos turísticos sin parar, cuanto más lejos y más costosos mejor, haciendo el gilipollas con la cámara de vídeo; los churrascos de la quincena veraniega en la playa —bueno, en los últimos años creo que se optaba por la “semanita”—; y, sobre todo, la construcción sin tasa, desde que se empezó a construir, es decir destruir, la costa con el desarrollismo de aquellos ministros opus meapilas de hace 50 años, hasta los tiempos democráticos en los que se ha hecho hasta en los parques (en mi ciudad, botón de muestra, se está construyendo como 1/3 de un parque por aquello de la Cultura, y porque, ¡vive Dios, hay que dar trabajo!).
¿Iban a durar todos estos cuentos, y muchos más, indefinidamente?
(Según terminaba de escribir el presente comentario leo en la portada del periódico que “Grandes cocineros crean menús más asequibles”. Otra tomadura de pelo: la de los restaurantes carísimos para ricachones).
Llega un momento en que la publicidad y la televisión, firmes aliadas del Capital, no pueden exprimir más a las masas, y hay que cambiar y buscar nuevos embelecos y, sobre todo, no hay que permitir que la gente caiga en la cuenta de vivir modestamente: sería la rüina del Dinero. Y tratando de encontrar el nuevo acomodo es en la que el Capital anda. ¿La crisis, dice usted? Llámelo como quiera.
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