«Vosotros sabéis [habla Mairena a sus alumnos] mi poca afición a las corridas de toros. Yo os confieso que nunca me han divertido. En realidad, no pueden divertirme, y yo sospecho que no divierten a nadie, porque constituyen un espectáculo demasiado serio para diversión. No son un juego, un simulacro, más o menos alegre, más o menos estúpido, que responda a una actividad de lujo, como los juegos de los niños o los deportes de los adultos; tampoco un ejercicio utilitario, como el de abatir reses mayores en el matadero; menos un arte, puesto que nada hay en ellas de ficticio o de imaginario. Son esencialmente un sacrificio. Con el toro no se juega, puesto que se le mata, sin utilidad aparente, como si dijéramos de un modo religioso, en holocausto a un dios desconocido. Por esto las corridas de toros, que, a mi juicio, no divierten a nadie, interesan y apasionan a muchos [¿cada vez a menos?]. La afición taurina es, en el fondo, pasión taurina; mejor diré fervor taurino, porque la pasión propiamente dicha es la del toro».
(Antonio Machado, Juan de Mairena, XXXVI)
La cursiva de la frase del texto citado es mía. Algo así sospecho yo: el aburrimiento mortal, que estará en gran parte vinculado, precisamente, al hecho de que la "Fiesta" sea objeto cultural. Así es que, señores culturistas y señora Presidente de Madrid y la compaña, para ustedes la perragorda: los toros son cultura.
(Antonio Machado, Juan de Mairena, XXXVI)
La cursiva de la frase del texto citado es mía. Algo así sospecho yo: el aburrimiento mortal, que estará en gran parte vinculado, precisamente, al hecho de que la "Fiesta" sea objeto cultural. Así es que, señores culturistas y señora Presidente de Madrid y la compaña, para ustedes la perragorda: los toros son cultura.
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