6/3/10

De la guillotina, los toros, la libertad y la cultura

Bien, en el diálogo que transcribí el pasado jueves se quedaba el taurino-filosofante colgado de los cuernos de la luna, a dónde lo había enviado de una cornada su enemigo (que no 'adversario'). Y de entonces a ahora ¿qué ha habido? Pues, entre otras cosas, artículos de filosofantes-taurinos exponiendo sus sesudos argumentos a favor de que la "fiesta" continúe.
       Pero vayamos a los argumentos de los taurinos. Algunos de esos son tan idiotas que casi no merece la pena ni considerarlos. Como, por ejemplo —que con más o menos disimulo se ha expuesto—, el de descalificar a quien se opone a las corridas por el hecho de ser "nacionalista", que les llaman, como si la verdad o falsedad de lo que digan dependiera del "nacionalismo". Pero, en fin, como digo, el argumento es tan falaz que no merece más atención. ¿Y qué decir del argumento de la "tradición"?: es de los de agárrate a la brocha que me llevo la escalera.
       Entremos en el más consistente, aparentemente al menos, que no es otro que el de la "libertad": "a quien no le gusten los toros, que no vaya". Claro, claro, pero no se haga usted el tonto porque esa no es la cuestión: la cuestión es si en las corridas hay malos tratos al animal (algo que en sí mismo no sería suficiente para prohibirlas) y si esos malos tratos serían legítimos o no. Así es que el factor 'libertad' de asistencia del público, tan caro a algunos ilustrados y que lo manejan pretendiendo que es incontestable —¿nos toman por idiotas?—, no hace al caso. La guillotina, por cierto, se suprimió, como todo el mundo sabe, cuando su espectáculo se quedó sin público —¿a que sí?—, así es que ¿para qué prohibir nada?: cuando el público deje de asistir, se acaba el negocio.
       De la mano del argumento liberal suele venir el de la "cultura", que, como es un concepto con tan buena prensa, los taurófobos se creen en la obligación de rechazarlo, en el sentido de negar que los toros sean cultura, y yendo así a parar al terreno de los taurófilos, en vez de espetar: «muy bien, sea, son cultura ¿y qué? También a veces se habla de "cultura de la violencia" y se rechaza. Así es que ¿por qué habría que aceptar la cultura de los malos tratos al toro?».

P. S. El argumento de la "tradición" les ha costado a quienes contrargumentaban la condena de algunos tarugos —feministas incluidos que están a la que salta— según los cuales, los que rechazaban la tradición como razón suficientemente válida equiparaban la práctica bárbara de la ablación (que, por cierto, es una cultura en donde lo sea) con las corridas de toros. He dicho "tarugos", pero tampoco creo que lo sean tanto como lo parecen: más bien lo que han querido ver —los muy hipócritas— es una magnífica ocasión para escandalizarse.


POR ILUSTRACIONES QUE NO QUEDE


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