Música para todos los públicos y por todas partes, "de fondo" o ambiental (¿música placenta?) o a toda pastilla, tanto da: en los bares (con la inevitable televisión y las no menos inevitables tragaperras —sin estos dos instrumentos probablemente los bares se arruinarían—: ¿decía usted algo de la contaminación por humo del tabaco? ¿algo que decir de la "contaminación acústica", que le llaman, en estos locales?); en los lavabos de los bares; en los autobuses y, ¡¿cómo no!?, en el metro; en los ascensores; en las salas de espera; en la peluquería; en el coche del descerebrado con la música atronando (una simbiosis perfecta la del coche con la tachunda musical); en el coche de amigos y familiares —en cuanto se montan—; en la playa —a poco concurrida que esté, siempre tiene que haber algún simpático macarra con la musiquita o se oirá desde algún chiringuito no necesariamente cercano. Y si no, podrá usted disfrutar del agradable pedorreo de las motos acuáticas. La no menos agradable melodía de las terrestres, a poco cerca que quede el paseo marítimo, también le llegará—; al teléfono, mientras esperamos a que nos atienda "uno de nuestros operadores". En fin, la lista de sitios con música sería interminable: no queda prácticamente rincón ninguno en que se pueda estar sin ella.
Pero lo que me faltaba por ver o, mejor dicho, por oír: en la ventanilla del banco. Hace unos días acudí a uno y el tipo de la caja tenía la música de un aparato de radio, que seguramente se habría llevado de su casa. No le dije nada porque no soy cliente y la visita era, por tanto, ocasional.
A qué viene esta batahola universal se me ocurre que se debe al inmenso aburrimiento social (¿horror al vacío?), aburrimiento de magnitud comparable y paralelo a la industria del llamado "ocio" o "tiempo libre".
Es la música como líquido amniótico; conservante social; perejil de todas las salsas; costra de todos los ruidos; manta que tapa el inmenso aburrimiento de fitures y demás; desodorante que disimula, a la par que incrementa, los malos olores.
¡¡¡Siiist...!!!
Pero lo que me faltaba por ver o, mejor dicho, por oír: en la ventanilla del banco. Hace unos días acudí a uno y el tipo de la caja tenía la música de un aparato de radio, que seguramente se habría llevado de su casa. No le dije nada porque no soy cliente y la visita era, por tanto, ocasional.
A qué viene esta batahola universal se me ocurre que se debe al inmenso aburrimiento social (¿horror al vacío?), aburrimiento de magnitud comparable y paralelo a la industria del llamado "ocio" o "tiempo libre".
Es la música como líquido amniótico; conservante social; perejil de todas las salsas; costra de todos los ruidos; manta que tapa el inmenso aburrimiento de fitures y demás; desodorante que disimula, a la par que incrementa, los malos olores.
¡¡¡Siiist...!!!
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