Hace unos meses estuve a punto de abandonar la lectura de un libro por el abuso del autor del verbo 'escuchar'. Y es que estoy harto porque, en efecto, parece que ahora nadie oye.
No es que nos hayamos vuelto todos sordos sino que, desde hace unos años, a casi cualquier hablante, sea cual sea su cultura, clase social o edad, le ha dado por utilizar 'escuchar' ("prestar atención a lo que se oye") para referirse a "percibir por el oído", es decir, 'oír', hasta tal punto de que este último verbo ha desaparecido, o poco le falta, del vocabulario español. Les debe de parecer más fisno 'escuchar' que 'oír'.
Y así, tiene usted que oír (¡escuchar, iba a escribir!), hasta el aburrimiento, constantemente, disparates como este: "Hable más alto, que no le escucho". O, la cajera en el supermercado, ante la dificultad de oír al cliente: "No le escucho". Dan ganas de contestar: "¡Pues escúcheme, coño!".
No es que nos hayamos vuelto todos sordos sino que, desde hace unos años, a casi cualquier hablante, sea cual sea su cultura, clase social o edad, le ha dado por utilizar 'escuchar' ("prestar atención a lo que se oye") para referirse a "percibir por el oído", es decir, 'oír', hasta tal punto de que este último verbo ha desaparecido, o poco le falta, del vocabulario español. Les debe de parecer más fisno 'escuchar' que 'oír'.
Y así, tiene usted que oír (¡escuchar, iba a escribir!), hasta el aburrimiento, constantemente, disparates como este: "Hable más alto, que no le escucho". O, la cajera en el supermercado, ante la dificultad de oír al cliente: "No le escucho". Dan ganas de contestar: "¡Pues escúcheme, coño!".
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