—¿Ves esa cola, Sebas, que debe de dar la vuelta a la manzana?
—Sí. ¿Y para qué, Maribel? ¿Para vacunarse de la gripe, quizás?
—Nada que ver, hombre, pues parece ser que a la vacunación no están acudiendo tan en masa como la recomendación (miedo mediante) de la autoridad pretendía: es para comprar lotería.
—En algún despacho de los que toca mucho... es indignante que una superstición sea promovida por el Estado...
—Sí, debe de ser algo como un impuesto voluntario.
—Y triste que sea aceptada masivamente por la población. Por cierto que no he oído a ningún partido de los de la cáscara amarga (de los otros ya es previsible lo que puedan decir) que haya puesto jamás en cuestión tal alucinación colectiva.
—Ni creo que lo oigas, Sebas: es otra muestra del aconchabamiento entre poder y dinero.
—Pues tú, que parece, por lo que veo, que eres compradora de diarios, prepárate para las páginas que te van a llenar al día siguiente del gran sorteo, con su rico anecdotario y fotos a mansalva de los agraciados, ante la tienda de la lotera, duchándose con champán justo en el momento (¡qué casualidad!) de la llegada de las cámaras.
—Compradora de diarios, muy poco. Algo más, lectora. Como hoy, que he pillado éste en un asiento del cercanías, que los servicios de limpieza se debieron de dejar olvidado, porque es una antigualla de ayer...
—¿Algo que te haya "impactado", como diría un parla?
—Según venía para acá, unos ruidos, como de disparos, hasta que he caído en la cuenta de lo que eran: en medio del parque, un hombre hecho y derecho haciendo el gilipollas tirando petardos con su hijo. Y es que, ya sabes, en estas entrañables fechas, la autoridad permite prácticamente cualquier cosa, sobre todo si de ruidos se trata.
—Pero, Maribel, yo me refería a algo que hayas leído en el diario.
—¡Ah, no! Lo leo como quien oye llover, como quien sospecha que todos los días lee la misma noticia... lo único, sin que a "impacto" haya llegado, un titular que dice que un hombre ha pasado 35 años en la cárcel...
—¡Sí, lo he oído! Una putada que por una pifia del aparato represor una persona pase la mitad de la vida entre rejas.
—Sin embargo, ese fallo (avería, descarrilamiento, agujero, pifia) que los medios, cumpliendo con su sagrado deber de informar, airean y como noticia nos ofrecen (excepcional por tanto; por definición un hecho "puntual", que diría un cursi), precisamente por presentarse como noticia cumple su función, viene en ayuda del aparato de Justicia y sugiere que con el progreso del sistema (y con el tiempo y una caña), averías de ese tipo irán a menos, incluso, en el límite, en el ideal, desaparecerán.
—Sí, Mabel, si no te he entendido mal, dicho con menos palabras: que, como se dice, "la excepción confirma la regla" y que ese fallo, por serlo, confirma a la Justicia como tal. Con lo cual, las pifias tienen que darse o conocerse en su medida justa y necesaria para que la fe en el aparato no se pierda y los Medios colaboren en el mantenimiento de esa fe.
—Pero, Sebas, como nos hemos puesto tan serios ¿qué tal si nos deseamos feliz Navidad?
—Por mí, hecho. Y, volviendo al principio: los de los cohetes y petardos que se los metan por donde les quepan.
—Sí. ¿Y para qué, Maribel? ¿Para vacunarse de la gripe, quizás?
—Nada que ver, hombre, pues parece ser que a la vacunación no están acudiendo tan en masa como la recomendación (miedo mediante) de la autoridad pretendía: es para comprar lotería.
—En algún despacho de los que toca mucho... es indignante que una superstición sea promovida por el Estado...
—Sí, debe de ser algo como un impuesto voluntario.
—Y triste que sea aceptada masivamente por la población. Por cierto que no he oído a ningún partido de los de la cáscara amarga (de los otros ya es previsible lo que puedan decir) que haya puesto jamás en cuestión tal alucinación colectiva.
—Ni creo que lo oigas, Sebas: es otra muestra del aconchabamiento entre poder y dinero.
—Pues tú, que parece, por lo que veo, que eres compradora de diarios, prepárate para las páginas que te van a llenar al día siguiente del gran sorteo, con su rico anecdotario y fotos a mansalva de los agraciados, ante la tienda de la lotera, duchándose con champán justo en el momento (¡qué casualidad!) de la llegada de las cámaras.
—Compradora de diarios, muy poco. Algo más, lectora. Como hoy, que he pillado éste en un asiento del cercanías, que los servicios de limpieza se debieron de dejar olvidado, porque es una antigualla de ayer...
—¿Algo que te haya "impactado", como diría un parla?
—Según venía para acá, unos ruidos, como de disparos, hasta que he caído en la cuenta de lo que eran: en medio del parque, un hombre hecho y derecho haciendo el gilipollas tirando petardos con su hijo. Y es que, ya sabes, en estas entrañables fechas, la autoridad permite prácticamente cualquier cosa, sobre todo si de ruidos se trata.
—Pero, Maribel, yo me refería a algo que hayas leído en el diario.
—¡Ah, no! Lo leo como quien oye llover, como quien sospecha que todos los días lee la misma noticia... lo único, sin que a "impacto" haya llegado, un titular que dice que un hombre ha pasado 35 años en la cárcel...
—¡Sí, lo he oído! Una putada que por una pifia del aparato represor una persona pase la mitad de la vida entre rejas.
—Sin embargo, ese fallo (avería, descarrilamiento, agujero, pifia) que los medios, cumpliendo con su sagrado deber de informar, airean y como noticia nos ofrecen (excepcional por tanto; por definición un hecho "puntual", que diría un cursi), precisamente por presentarse como noticia cumple su función, viene en ayuda del aparato de Justicia y sugiere que con el progreso del sistema (y con el tiempo y una caña), averías de ese tipo irán a menos, incluso, en el límite, en el ideal, desaparecerán.
—Sí, Mabel, si no te he entendido mal, dicho con menos palabras: que, como se dice, "la excepción confirma la regla" y que ese fallo, por serlo, confirma a la Justicia como tal. Con lo cual, las pifias tienen que darse o conocerse en su medida justa y necesaria para que la fe en el aparato no se pierda y los Medios colaboren en el mantenimiento de esa fe.
—Pero, Sebas, como nos hemos puesto tan serios ¿qué tal si nos deseamos feliz Navidad?
—Por mí, hecho. Y, volviendo al principio: los de los cohetes y petardos que se los metan por donde les quepan.
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