15/6/09

La requetecopa

Estaba esta tarde en el bar tomando el habitual café on de ros cuando una frase del locutor televisivo hizo que se me pusieran las orejas de punta: "En el arranque inicial del partido...". Se refería, claro, a un partido de fútbol de un campeonato que llaman algo así como copa de confederaciones, y caigo en la cuenta de que, sin haber yo parado mientes en ello, en realidad llevaban varios días con la matraca, lo que pasa es que es una de esas cosas que uno oye como el que oye llover.
        Pero me puse a darle vueltas al asunto, sin poder ya dejar de oír al parla (bueno, en realidad, a los dos, porque hace años se puso de moda utilizar dos locutores para las retransmisiones: el de siempre, que suele chillar, y otro más moderado, más intelectual, que habla más quedo. Me recuerdan a la clásica pareja de payasos en el circo: el de la cara pintada de blanco —el clown, el listo, que siempre resultaba ser tonto— y el otro, el augusto, el de la narizota y con surtidores de agua por lagrimales).
        El caso es que no se por qué llegué a la conclusión de que esta competición está traída por los pelos (dicho sea haciendo inmerecido honor a las demás), como de relleno, para tapar huecos y tratar de —además y como siempre, conseguir pingües ganancias por parte de televisiones, prensa, clubs, anunciantes, etc.— atender al aburrimiento crónico de las masas, que —¡hasta ahí podíamos llegar!— es algo que no se puede consentir: ¡a saber qué frutos podría dar el negro árbol del aburrimiento!
        Por supuesto, no aguardé a la terminación final —como probablemente habrá podido decir el locutor botarate— del partido: me subí a casa a ver si a favor del calor me quedaba un rato amodorrado en el sillón mientras esperaba la llamada de Laly.

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