Hojeando el libro de los Pensées de Pascal,
que tengo en casa desde hace años sin que me decida a hincarle el diente, y seguro que estoy haciendo mal en no decidirme, leo por azar el siguiente de aquellos: “El hombre no es ni ángel ni bestia, y nuestra desgracia quiere que quien pretende hacer de ángel haga de bestia” (pág. 147, edición Austral).
Me ha recordado este aforismo, quizás porque, de alguna manera, creo, alude al hombre como encarnación de la palabra, de la razón, es decir del logos (misterio que se realiza cada vez que nace un niño), como una especie de intermedio entre ángel y bestia, me ha recordado, decía, el versículo con que arranca el evangelio de San Juan, y otros posteriores, y que para la época en que estamos vienen que ni pintados:
Me ha recordado este aforismo, quizás porque, de alguna manera, creo, alude al hombre como encarnación de la palabra, de la razón, es decir del logos (misterio que se realiza cada vez que nace un niño), como una especie de intermedio entre ángel y bestia, me ha recordado, decía, el versículo con que arranca el evangelio de San Juan, y otros posteriores, y que para la época en que estamos vienen que ni pintados:
Al principio era el verbo
(Juan 1, 1)
Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros
(Juan 1, 14)
Él vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron
(Juan 1, 11 )
Feliz Navidad.
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